Hacer una buena entrevista, realmente es “para guapos”… No es nada fácil “sacarle la sopa” al entrevistado y hacerlo hablar de lo que al público le importa (no a él, y menos, al entrevistador). Por eso, cité, en entregas recientes, a los que, para mi gusto, son los mejores entrevistadores de México. En Puebla, no conozco a ningún entrevistador digno de ese nombre.

Existe, sin embargo, una excepción, de aquellas que confirman la regla. Se trata de Luis Enrique Sánchez Fernández. Al señor lo vi “exprimir” a los entrevistados, con estilo, respeto y buen humor, dentro de los cuatro minutos que yo le concedía cuando producía los informativos de Radio BUAP. En efecto, soy un convencido de que lo que no se pueda decir en cuatro minutos (comentario, editorial, columna o entrevista) no vale la pena de ser dicho.

Malos entrevistadores, en la aldea, hay muchos. La mayoría tiene tanto pavor a parecer ignorante o, por lo menos, desconocer tanto a su entrevistado como el tema a tratar, que hace preguntas kilométricas que no dejan mayor espacio de respuesta que un “sí” o un “no”. Lo demás, todo, ya fue dicho. Ejemplo clarísimo, indudable, de lo anterior es, claro está, Valentín Varillas. Lo que hacía en TV Azteca Puebla es prueba fehaciente de mi afirmación.

Por otra parte, much@s creen que, por haber escrito con mayor o menor tino, cinco o seis buenas notas informativas, se pueden transformar, automáticamente en articulistas, editorialistas, comentaristas o columnistas. Desgraciadamente, esta creencia propicia unos resultados desastrosos que pululan en la aldea.

Cuando llegué a Puebla, hace unos quince o diez y seis años, descubrí que, en la prensa aldeana, la columna es un sitio reservado al chisme, la calumnia y el denuesto. Evidentemente, esos contenidos están muy lejos de la verdad que marcan los cánones periodísticos. Sin embargo, son los que permanecen y siguen siendo los más solicitados.

De esta manera, tenemos al “dúo dinámico”, a los “dos alegres compadres”, Mario Alberto Mejía y Arturo Rueda que se sienten dueños de la arena periodística en Puebla. El primero, ha hecho su carrera y construido su prestigio en el denuesto y el ataque sistemático a quién le ordenan. Recientemente, su “víctima” fue, primero y durante largo tiempo, José Juan Espinoza, el único diputado de oposición en el Congreso local.


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En eso, soltó a José Juan y se dedicó a darle lata al ex gobernador Bartlett (el mejor jefe del ejecutivo que haya tenido Puebla en muchos años, sea dicho de paso). No sé  si don Manuel no le “llegó al precio”, o simplemente es una reacción meramente “epidérmica”, como suele suceder con el señor Mejía. Que quede claro que si bien lo critico en el fondo, en la forma es de los mejores redactores que conozco.

Su amigo, cuate y pupilo Rueda no tiene formación periodística. Es abogado y detentor de un montón de diplomas de posgrado que no le dan ninguna autoridad como reportero. Igual que su “papi”, y a menudo en mismo tiempo, “escoge” a algún personaje, al que se debe considerar como “malo” y suelta todo su veneno.

Lo triste de todo esto es que, sin juzgar lo malo, muy malo, o bueno de sus víctimas, estos personajes abusan de su talento periodístico (que, sin lugar a dudas MAM tiene) para endilgarles una serie de apodos y sobre nombres, amén de mezclar medias verdades con enormes mentiras.

Próximamente, narraré, en este espacio, algunos de los vicios que tienen ciertos personajes famosos en las páginas de la prensa poblana. Habrá “mota”, “pericazos” y, con suerte, según el humor de mis fuentes, algo más.