Saturnino Herrán, quien falleciera el 8 de octubre de 1918, es considerado uno de los precursores del muralismo mexicano y uno de los renovadores del arte nacionalista en el país.

Creador de obras como “La leyenda de los volcanes”, el artista mexicano logró posicionarse como una fuerte influencia del arte nacionalista, pues en sus cuadros plasmó el mundo indígena prehispánico y el virreinal.

De acuerdo con el portal del gobierno del estado de Aguascalientes, “aguascalientes.gob.mx”, Saturnino Herrán, hijo del dramaturgo José Herrán y Bolado y Josefa Guinchard, nació el 9 de julio de 1887.

Desde pequeño mostró tener una fuerte afición a las bellas artes y a los 14 años ingresó al Instituto de las Ciencias, donde desarrollaría sus habilidades artísticas.

Tuvo como maestro al paisajista chiapaneco José Inés Tovilla, con quien descubriría su preferencia por las copias al natural.

Según sus biógrafos, los estudiosos del arte mexicano han calificado la obra del pintor como “modernista-costumbrista”, al plasmar, a diferencia de los artistas de su generación, escenas cotidianas del pueblo.


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En 1904, Herrán ingresaría a la Academia de San Carlos, donde tomó clases de dibujo artístico con el maestro Antonio Fabrés (1854-1936).

El talento del joven artista, un año después, le valió ser premiado por la Inspección de Bellas Artes y Artes Industriales, y en 1906 por la Inspección de la Enseñanza Musical.

La reputación que había logrado hasta el momento, le permitió colocarse como dibujante del Museo Nacional, en 1907 y como profesor interino de Dibujo en la Academia de Bellas Artes, en 1909.

En este periodo, Herrán encaminó sus obras a ilustrar con toda libertad el desnudo y realizó cuadros como “Criolla con rebozo”.

La evidente inestabilidad económica y política que llegó con la Revolución mexicana, obligó a Herrán a trabajar casi en el anonimato. Sin embargo, en 1914, contrajo matrimonio con Rosario Arellano, con quien tuvo un hijo llamado José Francisco.

Según Fausto Ramírez, conocedor de la obra del pintor, fue durante ese año, que se encontró en su mejor momento, pues “fascinado como todos los modernistas por el decaimiento corporal, Herrán estudió y trabajó con singular ahínco las flácidas carnes de los viejos, transmutables en prodigiosos poemas de la línea y el claroscuro”.

A lo largo de su carrera Herrán creó un gran número de obras, tales como: “Herlinda”, su colección de “Criollas”, “Nuestros dioses”, “Molino de vidrio”, “Vendedoras de ollas”, “La leyenda de los volcanes”, “La cosecha”, y “Mujer con calabaza”.

Gracias al gran legado que dejó de sus distintas facetas artísticas Saturnino Herrán es considerado uno de los pintores de mayor trascendencia en el arte contemporáneo de México, indica el portal “informador.com”.

Fue una fuerte influencia de la Escuela Mexicana de Pintura, y se relaciona su obra con el trabajo de Diego Velázquez (1599-1660) y José de Ribera (1591-1652).

Saturnino Herrán murió el 8 de octubre de 1918 a la edad de 31 años en un hospital de la Ciudad de México, a causa de un mal gástrico.