Para Rafael Moreno Valle, Fernando Manzanilla Prieto fue algo así como su Daimon socrático o la influyente Sombra con la que, por ejemplo, dialogaba sor Juana Inés de la Cruz. Valiéndose de una razonada moderación basada en el aserto, Fernando solía ayudar a Rafael para que éste se alejara de la tentación que representa el sentirse dueño de la verdad absoluta. De ahí que el respeto entre ambos persistiera mientras que uno escuchaba al otro y éste hacía acopio de la paciencia, el mejor de los frutos del frondoso árbol de la amistad.

Como suele ocurrir en las relaciones humanas, el vínculo entre los dos amigos funcionó con algunos altibajos: Rafael quería tener éxito en su proyecto político personal. Y Fernando estaba entusiasmado ante la posibilidad que le permitió poner en práctica las teorías que había escuchado en las aulas de Harvard y en las conversaciones con sus maestros, algunos idealistas y otros imbuidos del pragmatismo que domina al mundo, digamos que civilizado. Rafa era, pues, el individuo perfecto para consolidar el proyecto que Fer pudo haber vislumbrado cuando sirvió en las filas del ejército colosista, propósito que fue momentáneamente interrumpido con el crimen de Luis Donaldo Colosio Murrieta.

Así, los dos llegaron a Puebla: Moreno Valle como secretario de Finanzas y Desarrollo Social, y Manzanilla Prieto en funciones de mano derecha y operador político de Rafael. La relación se mantuvo mientras la paciencia que menciono arriba resistió el embate de los vendavales provocados por el carácter (algunos le llaman perfeccionismo) del hoy mandatario. Uno de esos temporales, quizás el peor de aquellos años, produjo la primera diferencia que trascendió a la opinión pública, precisamente cuando Manzanilla dejó el cargo de sub secretario. Su dignidad, dicen, había sido golpeada, no por un celularazo, sino por la altisonancia combinada con las actitudes que tensan o rompen los lazos de la amistad.

Manzanilla decidió huir del ámbito rafaeliano y puso un océano de por medio: emigró a España para disfrutar de la felicidad que produce la cultura europea sazonada con buenos vinos y excelente comida. Y allá estuvo hasta que su amigo Rafael lo convenció para que lo ayudara a buscar la candidatura del PRI, posición que a final de las cuentas demoscópicas le ganó Mario Marín Torres. Además de regenerar la amistad, el fracaso político les picó la cresta obligándolos a elaborar el plan “B” basado en la obtención del escaño senatorial, plataforma natural hacia la gubernatura. Y ésta se dio gracias a la extorsión electoral de Elba Esther Gordillo Morales.

El currículo de Manzanilla incluyó la coordinación de la campaña que llevó al triunfo a Moreno Valle. Felices días aquellos donde el tanque de cerebros (también coordinado por Fernando y apuntalado por Luis Maldonado Venegas) diseñó los programas que al final del día cambiaron las leyes y la Constitución y las reglas del juego y hasta el modo de ser y andar de la otrora llamada clase política. Intuyo que en esos excesos pudo haberse escuchado la prudente y conciliadora voz del primer titular de la Secretaría General de Gobierno, un hombre cuya preparación lo alertó del peligro que implicaba el despacharse con la cuchara grande. Es obvio que no le hicieron caso. Y salta a la vista que esos desencuentros le obligaron a otear hacia otros horizontes.

El aspirar a un cargo de elección popular fue la puerta para salir del gobierno sin alterar el parentesco político que se consolidó con el matrimonio del amigo con la hermana. En esas estaba cuando apareció un asqueroso gorgojo en el platillo: el Gobernador decidió que el Secretario de Finanzas (su operador financiero) coordinara el trabajo del Segundo Informe, actividad que por ley le correspondía al titular de la Secretaría General de Gobierno. El golpe burocrático indujo a Fernando a irse de vacaciones hasta el continente africano, donde los gruñidos de los leones y los gritos de las hienas habrían de hacerle olvidar tamaña ofensa. Y de allá, curado de espanto y en paz consigo mismo, regresó poco antes de la ceremonia protocolaria, dispuesto, creo, a dejar el cargo. En el ínterin pudo haber escuchado las promesas que lo mantuvieron animado y popularmente activo hasta que descubrió el engaño. Una: serás presidente municipal. Otra: coordinarás a la mayoría legislativa.


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Vino el relevo y entregó la Secretaría a Luis Maldonado, su amigo y puede ser que hasta maestro en las materias Dignidad 1 y 2. El mandatario lo incluyó en la lista de plurinominales a la diputación local y además le pidió coordinar la campaña de Antonio Gali Fayad, posición en la cual tuvo que dar un manotazo en la mesa cuando los vástagos del candidato se pasaron por el arco del triunfo sus instrucciones y recomendaciones. Los dejó solos y sobrevino el desmadre que puso a Tony en la picota mediática. Además desapareció de la escena pública hasta que los gritos de auxilio se escucharon en la playa donde se asoleaba la panza. Alguien, supongo que el gobernador, le pidió que regresara. Por ello ocurrió el extraño y gran recibimiento prodigado por el equipo de campaña, precisamente el día en que arribó al aeropuerto de Huejotzingo.

Ganó Gali y Fernando aumentó las líneas positivas de sus hojas curriculares. También encabezó y coordinó las acciones de la transición municipal hasta que sorprendió a la comunidad al rechazar el dudoso honor de ser un diputado más, subordinado de quien antes había sido su empleado y alumno al cual, por cierto, tuvo que salvar del escarnio público y del cese ordenado por el entonces gobernador Melquiades Morales Flores. En pocas palabras dijo que ahí no encontraría la felicidad que anhela.

Esta es, pues, la faceta política de Fernando Manzanilla Prieto, cónyuge de la hermana de Rafael Moreno Valle Rosas.

Concluyo con una suposición sobre lo que pudo haber dicho Fer a Rafa. Para ello recurro a un clásico e imagino las palabras así como su mensaje de despedida:

No eches en saco roto la sabiduría de Aristóteles. Adóptala y no experimentarás temor alguno. Como dijo el sabio: sólo sienten miedo aquellos que juzgan probable que algo les pase. Los hombres no piensan así cuando se encuentran o creen hallarse en el centro de la prosperidad y, en consecuencia, suelen mostrarse insolentes, desdeñosos y temerarios. Pero si conocen la angustia de la incertidumbre que en tu caso representa el gobierno del PRI, tienes que procurar alguna esperanza de salvación, por exigua que ésta sea. Así que confía en ti mismo, en la información que tienes y en el poder que ejerces como gobernante. Pero por favor respeta al pueblo y dignifica el pacto social de la República. No menosprecies a los gobernados. A ellos te debes, no importa que sean ricos, pobres, letrados, desempleados, profesionistas, campesinos, indígenas, burócratas, obreros o periodistas… Sé feliz. Yo le seré porque ya no dependo de ti”.

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