Envuelto en movilizaciones, caravanas, tomas de oficinas, balaceras y el inminente riesgo de una reacción social que arrecia y arremete contra todo lo que significa instituciones, gobierno y Estado, nuestro país, se mantiene en vilo ante todo lo que está por venir.

Quien se resista a reconocer la fuerza y empuje de quienes hoy decidieron tomar la batuta para protestar en este México ofendido, lastimado y agraviado, corre el riesgo de llevarse sorpresas con efectos irreversibles, si se insiste en minimizar lo que puede representar un ejército de 21.5 millones de jóvenes de entre 15 y 24 años que hoy en diferentes bloques y segmentos de la población, se están movilizando y armando en un frente que ¡cuidado! Debe encender la alerta para Gobierno e instituciones que hoy están debilitadas por la poca credibilidad que poseen frente a la ciudadanía.

México está en una situación de riesgo que insisten en ignorar gobierno e instituciones. Las protestas en las calles alentadas sí, por jóvenes, donde también han surgido los excesos, son la mejor muestra del desorden que hoy impera en diferentes zonas del país.

Distintas escenas ocupan el presente inmediato en un México de contrastes, donde el denominador común, sigue siendo la exigencia de justicia.

Como un mantra, la sociedad civil invoca a Ayotzinapa como la palabra mágica que logró movilizar a miles de ciudadanos, quienes no se han cansado de gritar su enojo y exhibir la impunidad de una nación.

Mientras esto sucede, los incidentes entre jóvenes y policías representan un bomba de tiempo que puede derivar en una nueva tragedia, ante las provocaciones y las nulas acciones que el Gobierno de la República ha emprendido para establecer un diálogo abierto y frontal no sólo con los agraviados de Ayotzinapa, sino con una sociedad civil que ni más ni menos, no ha dejado de exigir la renuncia del Presidente Enrique Peña Nieto.


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La balacera en Ciudad Universitaria que dejó herido a un estudiante presuntamente por un policía del Distrito Federal, la caravana de los padres de normalistas en su arribo a Chiapas para reunirse con zapatistas y emprender camino a la capital del país, la quema de oficinas del PRI en Guerrero, la inauguración de los Juegos Centroamericanos en Veracruz y el abucheo para los gobernantes, son las señales inequívocas de actos reales y contundentes de una protesta emanada de la sociedad civil.

El regreso a México del Presidente Enrique Peña Nieto y su gastado discurso de hechos aislados, el llamado a la no violencia y el exhorto al diálogo,  le quedan debiendo a una sociedad inquieta, enojada, movilizada y sensible ante los brotes de violencia que lamentablemente después de Ayotzinapa, se siguen presentando en el país.

El telón cae y con él parecen desvanecerse los argumentos de los dos hombres fuertes del Presidente: El Secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong y el Procurador General de la República, Jesús Murillo Karam.

Mientras el Gobierno Federal siga evadiendo las respuestas al esclarecimiento de la desaparición forzada de los 43 normalistas de Ayotzinapa y a eludir el reconocimiento en la participación del delito de policías e incluso la omisión de militares, el país sigue e incrementa su riesgo de una confrontación social.

El escándalo de corrupción que alcanzó al Presidente Enrique Peña Nieto con la llamada “Casa Blanca” propiedad de su esposa, provocó una caída libre en el nivel de aceptación hacia la figura del mandatario.

El desgaste del resto de los partidos y actores políticos, agrava la crisis de credibilidad, debido a que hoy, la sociedad no finca su confianza en las instituciones, está empujando acciones y reacciones provenientes de una sociedad civil fuertemente movilizada.

@rubysoriano   [email protected]     http://mediatikos.wordpress.com/

 

POB/GACC