Las elecciones 2015 tienen un sello característico: la pobreza política. La lucha por el poder es intensa pero carente de propuesta. El poder seduce, enloquece y trastorna. De ahí la desesperación por conseguirlo y vivir de él, usufructuarlo.

No importa el costo, los riesgos y las consecuencias por conseguir ese manjar apetitoso y suculento. Bueno, a quienes pretenden obtenerlo y vivir de él y con él poco les importa a quién o quiénes se lleven entre las patas.

Literalmente entre las patas.

Insulsas, vagas, repetitivas, vacuas, mentirosas y sin sustento las propuestas, se recurre a la descalificación y recuperación de los defectos o errores del contrincante. Se tiran mierda. Allá ellos. Que se salpiquen y reproduzcan la pestilencia que les caracteriza.

Pero, involucrar en riesgos a la sociedad, al votante es una aberrante irresponsabilidad.

Las bombas molotov arrojadas en la madrugada del uno de junio en las instalaciones del INE, secretaría de Economía y en la estación de la Universidad Tecnológica de RUTA uno tienen que ver con la disputa pedorra por el poder.


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No basta con decir que “son hechos aislados y vandálicos” como refieren Juan Pablo Jiménez Concha, el secretario de Economía de Puebla o el boletín de la secretaría General de Gobierno.

Luis Zamora Cobián, Consejero Presidente del INE en Puebla calificó  como “hecho lamentable” lo sucedido.

“Lamentable” es lo menos; es reprobable, criticable y condenable. Y se debe investigar a fondo. Y se debe castigar a los autores materiales e intelectuales.

Bajo y vil recurso para seguir viviendo en calidad de parásitos.

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