Como todo mundo sabe, la mayoría de los medios electrónicos de los Estados  Unidos se distinguen por su conservadurismo. Pero esto no sucede en la prensa escrita. En una investigación promovida por la Universidad de California, se llegó a la conclusión de que The New York Times y Los Angeles Times eran los diarios  más liberales,  detrás de las páginas noticiosas del The Wall Street Journal (Vid. CONTACTO Magazine,  21 de febrero de 2006

En 2004, el Pew Research  Center for the Press and the American Life hizo un sondeo sobre la inclinación política de reporteros y editores. El resultado fue que 88 por ciento se definió liberal o moderado, y sólo el 12 por ciento se calificó a sí mismo de conservador.

Tal situación, desde luego, no  deja de provocar una gran molestia entre las fuerzas conservadoras de ese país, que en nuestros días son hegemónicas. Según el estudio de la UCLA, 18 de 20 grandes medios sometidos al estudio presentaron una tendencia hacia la izquierda.

Lo cierto es, sin embargo, que las posturas liberales (lo de izquierda no lo creo) de medios como The New York Times, han encendido la indignación de la derecha estadounidense desde hace ya varias décadas.

Así, en los años sesenta del siglo pasado, el reportero de dicho diario, Edgar Matthews,  causó un gran escándalo por haber publicado una entrevista con Fidel Castro, a pocos meses del triunfo de la Revolución. Matthews también estuvo con Castro el día del triunfo de la revolución, donde recibió un premio por su labor.

Comentando ese hecho, el editorialista Alberto Pérez Amenper publicó un artículo intitulado “The New York Times, la tinta de la infamia”, donde observó lo siguiente: “La entrevista a Castro en su escondrijo se convirtió en un punto de inflexión de la historia de Cuba y de los Estados Unidos, porque marcó el inicio de la carrera de Castro hacia el poder. De pronto la gente de los medios de comunicación comenzó a presentarse como imparciales perseguidores de ‘la verdad’. Fue el sesgo hacia fuera en frente y en su lugar los medios de comunicación sí mismo envueltas en un aire nuevo de la separación, una nueva versión de los hechos” (The New York Times, octubre 31 de 2015).


publicidad puebla
 

Pero bien, sin duda el lector se preguntará: ¿a qué vienen las observaciones anteriores? Vienen a propósito de la editorial que publicó el 4 de enero la redacción de The New York Times, en el que se emiten fuertes críticas hacia el Presidente Enrique Peña Nieto. 

 Con el título de “Peña Nieto se resiste a la rendición de cuentas”, en dicha editorial se señala lo siguiente:

Como candidato a la presidencia de México, Enrique Peña Nieto usó el título de su libro ‘México, la gran esperanza’ para explicar qué tipo de nación quería construir. Pero después de tres años en el cargo, parece bastante probable que será recordado más como un jefe de gobierno que evitó rendir cuentas que como el líder transformador que muchos mexicanos creyeron haber elegido (…) Durante su administración, el gobierno mexicano ha tratado de lavarle la cara a varias verdades incómodas y ha minimizado más de un escándalo(…)Cuando periodistas mexicanos revelaron que un contratista del gobierno había puesto una casa de lujo a disposición de Peña Nieto y su esposa, el Presidente le encargó la investigación a un amigo cercano. Nadie se sorprendió cuando esa investigación no encontró pruebas de ningún comportamiento indebido por parte del presidente. Los periodistas, que hicieron un trabajo meticuloso e impecable, se quedaron sin empleo (…) Cuando el capo del narcotráfico más poderoso del país, Joaquín Guzmán Loera, escapó de prisión en julio muchos mexicanos mostraron su escepticismo frente a la versión oficial, tal vez porque se trataba de la segunda vez que escapaba de prisión. El gobierno ha mantenido que Guzmán huyó a través de un túnel que él y sus cómplices excavaron sin que los guardias lo advirtieran, y descartó la posibilidad de que recibieran ayuda desde el interior del penal. Algunos funcionarios fueron detenidos tras la fuga pero el gobierno aún no ha dado una explicación convincente de lo sucedido (…) Más preocupante aún es el intento, a todas luces torpe, de investigar la desaparición de 43 estudiantes en Septiembre de 2014 que, según todos los indicios, fueron masacrados en el estado de Guerrero. El gobierno sostuvo que los estudiantes fueron asesinados e incinerados por miembros de un cártel de la droga. Pero en septiembre de este año, un informe preliminar elaborado por un grupo de expertos de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos a partir de imágenes de satélite, afirmó que era poco probable que los cuerpos hayan sido incinerados (..) Y el hecho de que el gobierno haya negado la petición recurrente para que investigadores internacionales entrevisten a los militares en el lugar de la desaparición no ha servido más que para alimentar el escepticismo de la ciudadanía(…) Aún no es demasiado tarde para que el gobierno reconozca que su investigación ha fracasado y les de a los investigadores internacionales acceso a los funcionarios gubernamentales implicados. Quizás, a estas alturas, ni siquiera eso pueda salvar la reputación de Enrique Peña Nieto. Pero es lo mínimo que debe hacer por las víctimas de una de las mayores y más atroces violaciones a los Derechos Humanos en la historia mexicana reciente”.

Como se puede constatar, las críticas son muy fuertes, y bien fundamentadas. Hasta el momento de terminar estas líneas, la oficina de prensa de la Presidencia no había emitido ninguna respuesta a las mismas.

¿Podríamos, así las cosas, llegar a la conclusión de que Peña Nieto prefirió callar?

Tal vez hizo bien, tomando en cuenta, reiteramos, el gran prestigio de que goza  The New York Times, sobre todo entre la opinión pública de tendencia liberal.

 

POB/IIAL