El triunfo de Antonio Gali, candidato por la alianza Sigamos Avanzando a la gubernatura de Puebla, dejó en claro la lucha que se libró entre las estructuras panistas y priístas, que en apoteótica metáfora, bien pudieron emular una batalla de centuriones y espartacos.

Sin embargo, esta elección nos lleva a una reflexión sobre la cada vez más escasa participación de la ciudadanía, quien dejó en manos de militantes y simpatizantes de uno y otro partido, la responsabilidad de decidir un gobierno.

No me ocuparé de cifras, para eso están los sitios institucionales.

Y es que después de esta elección, concluyo que el reto no es menor para todos los que de alguna manera también estamos involucrados en un proceso electoral; algunos como actores muy activos, y algunos más como asesores, consultores, etc.

Lo anterior nos lleva a replantear estos esquemas de campaña, que en términos de la cruda realidad nos pueden indicar que hay una sociedad totalmente apática a los ejercicios democráticos, simplemente porque han dejado de creer.

El nivel de abstencionismo cercano a 60 por ciento, refleja sin duda alguna, que algo estamos haciendo mal, y en esto hay que asumir responsabilidades.


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En Puebla, la Alianza Sigamos Avanzando obtuvo hasta el momento un triunfo holgado frente a su más acérrimo opositor (PRI y Cia), debido a un trabajo exacto, milimétrico, estratégico y bien planteado, que se enfocó mucho en la habilidad de desplegar toda su estructura, frente a una vieja y degastada marabunta tricolor, que nunca dio visos de modernidad, sino más bien, de enfrentamiento y bravocunería, que dejan en la orfandad a una Blanca Alcalá, que me atrevo a decir está en un coma político muy difícil de revertir para un futuro inmediato.

Esta elección nos lleva a muchos otros análisis que recaen en la responsabilidad de los institutos políticos y sus militancias. Hasta esta noche de domingo, y con un mínimo concentrado de actas en el PREP, sorprende Morena al ubicarse como tercera fuerza política en el estado.

Llama la atención pensar en cómo se puede votar por una MARCA más que por un candidato (Abraham Quiróz) que en este caso no fue malo, sino malísimo, aunque como académico sea brillante.

La postura del PRI devela todos los tropezones internos, que llevaron a una candidata a rodearse de la carroña de su partido, muy lejos de buscar su victoria y más cerca de acuñar ganancias personales para sus futuros políticos, que ahora, se ven más que lejanos.

Esperemos a que en las próximas horas, los padrinos de la derrota asuman sus responsabilidades y quizá repitan esa mítica frase: “No perdimos, nos ganaron”.

Los cadáveres políticos que hay que levantar son muchos después de una férrea batalla que poco sirvió para proponer.

Toca ahora el turno a #TonyGali iniciar esa reconversión y construcción de puentes, muchos puentes que abran “nuevos caminos”, restablezcan relaciones y devuelvan credibilidad a un próximo gobierno que si bien será de continuidad, habrá de mostrar un sello de la casa con una nueva marca y clase política.

POB/EDRP