Como una página sacada del libro de “Las Venas Abiertas de América Latina”, Colombia ha rechazado apoyar los acuerdos de paz entre el gobierno y la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), como se hizo ver en el plebiscito del domingo 2 de octubre. Las urnas han arrojado la imagen de un País fundamentalmente dividido por las heridas de la guerra y la necesidad de sanar y construir un futuro incluyente.

La votación del plebiscito favoreció el NO con un 50.22% contra el 48.79% del SI, cifras que representan a menos de la mitad de la población colombiana. El resultado causó sorpresa a nivel mundial, siendo que las encuestas favorecían fuertemente al SI.

Días antes de la votación, el apoyo al SI era palpable en las amplias muestras de apoyo internacional donde múltiples líderes mundiales se pronunciaron en favor de las negociaciones y el proceso de paz. Mientras, el ambiente general en Colombia era casi de euforia, plagado de ceremonias y discursos que hablaban del siguiente camino por conquistar como País en paz.

A todas luces, el plebiscito cerraría con el apoyo popular el largo proceso de firma de acuerdos que durante los meses de septiembre y octubre se habían suscitado con gran pompa.

¿De qué trata el acuerdo de Paz?

El acuerdo de paz firmado reconoce el sufrimiento que el conflicto ha causado a la población y confirma el cese de fuego, la deposición de armas por parte de las FARC y la reintegración de los rebeldes a la sociedad.

ACUERDO DE PAZ-COLOMBIA Y FARCLas FARC como grupo iniciarían un proceso de transición de movimiento armado a movimiento político que pudiera abogar por los principios que defienden de manera pacífica y democrática. Por su parte las FARC se comprometieron a pagar reparaciones por los daños a las familias de las víctimas con los recursos que aún tienen y hacer transparentes sus modos de financiamiento durante la guerra.


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Los críticos del acuerdo argumentaron que no había un mecanismo claro por el cual se castigarían los abusos a derechos humanos cometidos por los rebeldes, los crímenes de guerra y los daños hechos en décadas. Uno de los grandes temas a discutir era dar el “perdón” a las FARC, que los críticos han llamado inmerecido.

¿Por qué ganó el NO?

El domingo 2 de octubre, uno de los rasgos fundamentales del plebiscito fue la elevada abstención en zonas críticas de país latinoamericano. Más del 60% de la población no participó en el referéndum, dejando que la decisión final cayera en un escaso 38% de colombianos.

El índice tan alto de abstención muestra una desconfianza en el proceso y los mecanismos del estado para hacer justicia en una población gravemente afectada por la guerra durante generaciones.

A su vez, un factor decisivo fue la campaña por el NO encabezada por Álvaro Uribe, ex presidente de Colombia, quien repetidas veces acusó al presidente Santos de ceder a las demandas de las FARC.

ACUERDO DE PAZ-COLOMBIA Y FARCEn las semanas antes de la firma, Santos enfatizó en que los acuerdos generarían un ambiente en el cual se comenzaría un proceso de reintegración y redefinición social que demandaría compromisos y sacrificios de ambas partes, incluida la población que ha sufrido por generaciones las consecuencias de la guerra.

Opuestamente, Uribe y sus seguidores hicieron énfasis en que acordar paz en este momento sería una manera de entregarle el País a las FARC, dejándolos entrar al poder político y otorgarles entonces perdón e impunidad tras todos los daños que los rebeldes han causado a la población en el transcurso de las cinco décadas de conflicto.

Mientras la campaña del SI buscaba preparar a los colombianos para un proceso largo y llamarlos a la unidad en lo que serían momentos de grandes retos futuros, la campaña por el NO tocó fibras emocionales básicas hablando de las FARC como un enemigo, fomentando la imagen del “nosotros y ellos”, la necesidad de demandar castigos y exigir mano dura contra “ellos”.

El futuro de la Paz

Sin embargo, la percepción de que los grupos rebeldes son el gran y único enemigo de los colombianos y que no se debe negociar con ellos más, es una imagen falsa. La campaña del NO flagrantemente omitió hablar del daño que los grupos paramilitares -contratados por latifundistas de extrema derecha- causaron en el País durante la guerra.

Para estos grupos se aprobó en 2005 una ley llamada “Ley de Justicia y Paz”, que contiene en esencia las mismas condiciones y compromisos que los acuerdos con las FARC contienen ahora.

Tras 52 años de conflicto, las negociaciones de paz entre el gobierno y las FARC han tenido múltiples facetas y hasta ahora habían fracasado en el proceso. Las negociaciones actuales comenzaron hace cuatro años, y han sido uno de los más grandes objetivos de la administración de Juan Manuel Santos.

ACUERDO DE PAZ-COLOMBIA Y FARCLas negociaciones de paz son procesos largos en el que deben enlazarse circunstancias específicas y que dependen de la mediación y apoyo de País es externos u organizaciones no gubernamentales que establezcan redes de confianza y trabajo a ras de suelo mucho antes de que los líderes puedan acercarse a las mesas de negociación.

Para Colombia, los aliados latinoamericanos como Cuba, Chile y Venezuela sirvieron como apoyo para coordinar y permitir las negociaciones en espacios seguros y neutros para ambas partes.

La preocupación por ahora es que la negativa popular a los acuerdos de paz con el grupo más grande de insurgentes en Colombia, dificulte la creación de un ambiente propicio para negociar el cese de fuego con grupos armados menores como el ELN o que condiciones diferentes a las que existen en el acuerdo sirvan para que miembros de las FARC que se han mostrado en desacuerdo con las negociaciones se separen y traten de formar pequeños grupos disidentes que se rehusen a dejar las armas.

El presidente colombiano, días antes del plebiscito, aseguró que no había un “plan B” en caso de que el plebiscito fallara. Aunque se arguye que el plebiscito no es vinculante y no impide la implementación del acuerdo, la maniobra política para obtener apoyo local de Santos ha resultado desastroso para su liderazgo.

La negativa en el voto popular obligará, ahora, a ambos bandos a continuar las negociaciones en la Habana con el riesgo de no volver a llegar a las mismas conclusiones, no porque los líderes cambien de opinión, sino porque las condiciones han cambiado.

POB/LFJ