OPINIÓN: Evitar descalificaciones y propaganda negra

Más que nunca tal debate es necesario por la siguiente razón: ¿saben nuestros conciudadanos a quién representan o qué representan los diversos candidatos?

Tal vez pequemos de ingenuos, pero –por cuestiones de moral política (si es que ésta existe)– los candidatos de los diversos partidos deberían desplegar un esfuerzo encaminado a privilegiar el debate y la confrontación político ideológica, en lugar de la descalificación y la propaganda negra.

Más que nunca tal debate es necesario por la siguiente razón: ¿saben nuestros conciudadanos a quién representan o qué representan los diversos candidatos? Si tomamos en cuenta que el PAN de Martha Erika Alonso no tiene nada que ver con el blanquiazul que durante mucho tiempo se distinguió por sus esfuerzos por abrirle paso a un proyecto en el que tuvieran cabida la decencia y las buenas costumbres; que el PRI que postula a Enrique Doger Guerrero no guarda relación alguna con el viejo PRI, que pese a sus defectos se distinguió durante varias décadas por mantener en alto la bandera del “nacionalismo revolucionario”, y que la Morena que decidió lanzar a Miguel Barbosa Huerta no es precisamente una heredera de los ideales de la izquierda clásica, ¿entonces?… ¿qué intereses enarbolan?… ¿qué proyectos políticos y sociales subyacen en sus discursos y plataformas?

Pensamos que es mil veces preferible hacer explícitas esas cuestiones, que abrirle paso a las guerras de lodo y a las campañas negras. Estas no hacen otra cosa que desalentar la participación ciudadana e incrementar el descrédito de la política y los políticos.

Un debate auténtico –reconozco, desde luego, que esto es quasi una utopía– nos permitiría saber qué piensan o qué proponen Martha Erika, Enrique Doger y Miguel Barbosa. ¿De qué nos sirve saber que a la primera la impuso su esposo Rafael Moreno Valle, al segundo Enrique Peña Nieto (estoy suponiendo, aclaro) y al tercero Andrés Manuel López Obrador?

Obligaría, también, a los candidatos a aclarar lo relativo a la naturaleza de su opción política.  Ayer el abanderado del blanquiazul a la presidencia municipal, Eduardo Rivera Pérez, expresó que el PAN no es el morenovallismo: ¿entonces qué es?… ¿por qué dicho partido –se preguntan nuestros conciudadanos– permitió que el ex gobernador impusiera a su esposa Martha Erika?

Tal vez Enrique Doger Guerrero declare que el PRI que lo lanzó a la gubernatura no es el tricolor que respaldó a Moreno Valle: de ser así, ¿entonces qué es?… ¿Por qué los priistas poblanos, sobre todo en el Congreso, respaldaron en todo momento las arbitrariedades del gobernador saliente?


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Lo mismo es válido para Miguel Barbosa Huerta: este se deslinda ahora del PRD, organización que apoyó codo con codo a Moreno Valle, pero le falta explicar aún los motivos de fondo que le llevaron a romper a este (aclaro lo siguiente: aplaudo que haya roto con el ex gobernador, porque esto contribuyó, directa o indirectamente, a minar la temible fuerza que tuvo aquél durante una buena parte de su sexenio).

Alguien podría replicar –y no sin razón–: en estos tiempos los debates no aclaran nada sino al contrario ocultan las verdaderas intenciones de los actores políticos, y como botón de muestra ahí tenéis el debate que protagonizaron Rafael Moreno Valle, Javier Zavala y Armando Etcheverry : ¿acaso el mismo hizo explícitos las posturas y proyectos de los mismos? Definitivamente no, pero esta experiencia le ha permitido a no pocos sectores del electorado ser más cautelosos y exigentes en lo relativo al discurso político y ofrecimientos de los candidatos.

Obviamente hay cuestiones más cruciales: ¿Qué factores propiciaron la descomposición social que hoy impera en nuestra entidad?… ¿por qué Puebla se convirtió en uno de los estados más violentos del país?… ¿por qué aumentó de manera tan dramática el índice de feminicidios, de asaltos, y de la delincuencia en general?

Sería interesantísimo conocer las interpretaciones de los candidatos del respecto, por más que intentasen ocultar sus verdaderos proyectos o intenciones.

Sea lo que sea, eso es preferible a los ataques personales. Estoy totalmente de acuerdo con el abanderado de Morena, Miguel Barbosa Huerta, cuando expresó que no era conveniente atacar a Martha Erika Alonso por su parentesco sino que era preferible hacer evidente el proyecto que subyacía en su candidatura. Nos gustaría que esta propuesta la hiciesen suya los medios de comunicación, para evitar situaciones grotescas como la que se presentó hace unos días, cuando unos medios locales reprodujeron unas imágenes de Martha Erika disfrazada   con el rostro de su marido. Esto, aparte de no hacer honor a la caballerosidad que nos distingue a los mexicanos, contribuye a enrarecer más el ambiente político de Puebla, ya de por sí envenenado.

Más allá de las debilidades, defectos o fortalezas personales de los abanderados del tricolor, del blanquiazul y de morena, las opciones que encabezan constituyen a fin de cuentas las tres principales fuerzas históricas de Puebla –el centro, la derecha y la izquierda–, situación que debería obligarlos a aquellos, reitero, a privilegiar el debate, en lugar de dejarse llevar por los insultos y descalificaciones.

 

 


POB/LFJ