El accidente que sufrió el alcalde Enrique Doger sirve para la reflexión. No es el caso particularizarlo; debe servir para tratarlo, enfrentarlo y solucionarlo como un fenómeno recurrente y que a todos los poblanos afecta.


Lo sucedido a Doger pasa todos los días y a cada rato. Los poblanos, hijos de vecina, sufren y padecen los arcaicos vicios del transporte colectivo poblano y no llama la atención ni produce efectos mediáticos.


En la intención del fenómeno por resolver, no vale decir que el chofer es un cafre, que todos los microbuseros son unos bárbaros, que se debe cancelar la concesión al permisionario dueño de la unidad de ruta Azteca, que los guaruras del alcalde golpearon al chofer. Es utilizar la inmediatez para enfrentar un problema que hay que atacar de fondo.


Politizarlo, para que Toño proponga el metrobús, o Blanca Alcalá se oponga por sistema a lo que propone su contrincante político es erróneo. Varios, muchos políticos han abordado el tema y hecho propuestas. Manuel Bartlett, Gabriel Hinojosa, Enrique Doger han, en otros momentos, hecho propuestas para resolver el asunto del transporte público.


Tiene razón Enrique Doger, los proyectos no tienen padre, porque son de la ciudad. En la medida que resuelvan problemas urbanos estructurales en beneficio de la sociedad poblana, todos, panistas, priistas, alcaldes o gobernadores deben apuntar a resolver y no a reclamar paternidades.


La realidad poblana respecto al transporte público es que la situación está harto complicada. Circulan más de 200 líneas de microbuses y combis, y se calcula que más de 350 mil vehículos particulares. Se deben presentar medidas que ofrezcan alternativas; metrobús, metro subterráneo, transporte ligero o lo que sea.


Se debe convocar a expertos, académicos y conocedores para la elaboración de un plan estratégico que se lleve a cabo más allá de un trienio o sexenio; en eso tiene razón Toño.


Pero, mientras tanto, se debe meter al orden a TODO el sistema de transporte público urbano. No son sólo los choferes, o las unidades, o los permisionarios. Es todo el sistema que hay que corregir. Choferes obligados a competir y a no rebasar cierta cantidad de minutos por vuelta;  cubrir la cuenta, cierta cantidad de dinero, número de pasajeros, costo de refacciones, responsabilidad en las descomposturas y muchas cosas más, corrupción en autoridades, obligan a un sistema caduco a seguir cobrando víctimas.


Lo de Doger le pasa a cualquiera; muy seguido. Ahora hay que resolver en el corto y en el largo plazo.


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