Foto: Juan Carlos Sánchez Díaz

Después de 70 años de operar a las muñecas poblanas, el nosocomio de plásticos cerrará sus puertas. Su dueña, Doña Mary, denuncia olvido de juguetes y alegrías.

Rodeada de figuras de cerámica, plástico, trapo y pasta, una muñeca de carne y hueso se encarga de reparar a las demás. Es María Macías Gil, heredera y actual dueña del único Hospital de Muñecas que dejará de ver la luz el próximo mes, después de 70 años de funcionamiento.

“Estamos en la era de lo desechable. Así que la gente ya no pide reparaciones, opta por algo nuevo”.

“Mi ciclo terminó”, apuntó con una voz dulce y cansada. Desde que comenzó el año, la idea de cerrar el negocio circunda en la cabeza de Doña Mary:

“Son pocas las personas que traen a reparar sus muñecas, porque tiene un brazo o pierna rotos, o para que les repongamos el cabello. Apenas una o quizás cuatro cabezas al mes nos traen para que las arreglemos, y luego ni siquiera vienen a recogerlas”.
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Foto: Juan Carlos Sánchez Díaz

Amante de los chiles en nogada y de la cerveza, Doña Mary comenzó a rematar sus muñecas desde los primeros días de Enero: “Remate de muñecas” se leía en el anuncio. Un sinfín de compradores y mirones se acercaron.

Muchos le hicieron el anhelado gasto, otros dejaron las miradas de plástico tan vacías como el olvido. La sanadora de muñecas lleva más de 35 años en esta actividad. Su papá, Joaquín Macías Márquez, después de ser chofer de la familia Tamariz y de haber estudiado en la famosa escuela poblana de Bellas Artes, optó en 1937 por iniciar un negocio que en su época era altamente demandado.

Al fallecer Don Joaquín, su esposa Soledad Gil Marín quedó al frente del negocio, que actualmente se ubica en la calle 7 poniente 111.

Doña Mary, hermana de otras tres niñas, fue la única que se interesó por el negocio familiar.

“Aprendí viendo, sabía cómo hacer las reparaciones; la habilidad siempre la tuve y aquí me quedé durante 35 años”.
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Foto: Juan Carlos Sánchez Díaz

Ser el único Sanatorio de Muñecas en Puebla le generó prestigio y fue el lugar más concurrido durante décadas. Ahora, el polvo y olvido de la gente lo hacen un lugar poco visitado. El local está saturado de muñecas de todo tipo: grandes y pequeñas, de plástico, tuertas, mancas, cojas o calvas. También hay otras figuras de cerámica: Soldados, payasos, campesinos, niños jugando, Niños Dios, algunos reparados en espera de sus dueños originales.

O bien, en espera de las manos piadosas que los adopten. En medio del polvo y el desorden, decenas de frascos con pegamento, pinturas de aceite de todos los colores, hilos, fibras, telas y plásticos; pinceles que fueron usados durante años y que a mediados de mes, no sentirán el calor humano de Doña Mary.

“Mi ciclo terminó. Durante todos estos años hice trabajos muy interesantes. Pero ya no es posible mantener abierto un negocio de estos. Estamos en la época de lo desechable, así que cerraré definitivamente la cortina a finales de este mes o antes”, apuntó.

Después de ordenar y limpiar el local que ocupa, se dedicará a hacer trabajos por encargo. “Ya estoy cansada, es un trabajo muy detallado y a mis 71 años de edad ya me cansé”.   www.poblanerias.com

 

 


POB/JCSD