Siempre he pensado que las alianzas, pactos, uniones honorables y fraternidades entre periodistas, tienen una gran carga de buena voluntad y distan mucho de aterrizar y concretar el fin para el que fueron propuestas.

Admiro esa parte aguerrida de un gremio que no en la mayoría de los casos, ha sido etiquetado de corrupto, chayotero y sobreviviente de la vieja y rancia era de los embutes oficiales, para pasar a la de los montajes, patrocinios y columnas sicilianas.

Estoy con el arribo afortunado de las nuevas generaciones, de muchas que han venido a refrescar los engranes esquemáticos y oxidados de las viejas redacciones, aún en manos de quienes se sienten gurús de las rotativas.

Que la conmemoración del 8 de septiembre que recuerda la labor de los periodistas, no quede en eso, en una mención desdibujada por el alud del diario acontecer.

Las coyunturas sociales, políticas y de toda índole nos empujan a exigir y ser consumidores de un buen periodismo.

Sería insuficiente el espacio para nombrar a aquellos que han hecho del oficio una forma de vida y un código de ética a la hora de escribir y pensar.


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Son muchas las voces, letras e imágenes de quienes con sus análisis, informaciones e investigaciones nos invitan a sumarnos, a reconocerlos, a respetarlos, sobre todo cuando la llamada “mano del poder” intenta callarlos, hostigarlos y matarlos.

En esta parte de la historia, veo aún esa confrontación entre la vieja guardia y la modernidad. Son muchos los pasajes anecdóticos de éstos, los periodistas frescos que increpan, cuestionan, defienden y confrontan.

Desgraciadamente, el freno no sólo lo imponen los hombres del poder, sino también el mismo gremio coludido y contaminado con aquellos quienes buscan testaferros a comodidad.

Hace unas semanas, cuando escuchaba sobre la acertada intención de integrar una nueva Fraternidad de Periodistas Poblanos que impulsaran la defensa y respeto hacia los derechos y trabajo de este gremio, me preguntaba ¿Cómo le harían?.

Y cómo soslayar la pregunta cuando esta historia la hemos visto antes y no sólo en México, sino en muchos otros lugares donde la vanguardia la desinflan desde las entrañas del propio medio de comunicación.

Mientras el reportero propone, analiza y descubre, su director se encargará de vapulearlo, ignorarlo, minimizarlo y ¿por qué no? cobrará por él.

Hay muchos profesionales de los medios de comunicación que viven en una eterna y constante catarsis a través de las redes sociales y blogs personales. Ahí dicen, escriben y publican lo que en su medio sería una misión más que imposible.

La fauna del pseudo periodismo aún es abundante y frondosa. Ahí cobijados y más que acomodados están quienes han hecho de esta profesión una corte de lacayos, donde hay de todo. Desde el que se disfraza de crítico izquierdoso y se siente con el don de la ubicuidad para manejar hasta tres medios de comunicación que son su “negocito familiar”, sin descuidar otros más, en los que le entra como prestanombres de esos, los hombres del poder.

Agreguemos también, los que escriben por encargo, el que se incrusta en las nóminas de la dependencia que se le ponga enfrente, los que piden regalos y concesiones familiares, los que fijan cuotas de protección y los que se venden al mejor postor.

Hace tres años, en la Universidad de Palermo en Buenos Aires, Argentina, tuve la oportunidad de conocer al escritor Eduardo Galeano. Conversamos sobre los “vicios y corruptelas en medios de comunicación” en Latinoamérica. Lo que me dijo aquella vez, confirmó que en otro tiempo hice lo correcto.

“No hay mayor satisfacción para un periodista con ética, que decirle ¡corrupto! al que vende, trafica y vive de embutes”.

@rubysoriano
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