En el mundo metafórico de los Adanes y las Evas, subyacen sin decoro y vestidos con la luminosidad de un arcoíris, los hombres y mujeres que en la más pura masculinidad y femineidad encarnan lo que con lógica irreverente es nuestra gran diversidad sexual.
Como el Quijote en lucha incansable contra los molinos de viento, ellos van contracorriente abriendo brecha entre la falta de respeto, valores y derechos que constantemente son violados con un débil argumento: su preferencia sexual.
En las líneas estereotipadas donde se imponen apariencias, costumbres, religiones y hasta sexos, se hallan los testimonios más aterradores de aquellos que muy en el fondo, no han tenido la hombría o la feminidad para aceptarse y respetar a quienes han dado un paso al frente.
En el lúgubre closet permanecen esos que son escoria por reprobar en otros lo que se niegan a reconocer en sí mismos.
Como sociedad nos falta un largo camino para aprender lo básico en sexualidad y preferencias.
Los logros están ahí y son una realidad para quienes vivimos en el mundo de los heterosexuales y exigimos respeto a todas las formas de homosexualidad con derechos y obligaciones, sin etiquetas.
Se agradece que cada vez se fortalezca más la sociedad con apertura de pensamiento y preferencias, donde las organizaciones no gubernamentales a todos los niveles están haciendo un trabajo hormiga para conseguir y ganar espacios en pro de todos los grupos que enriquecen no sólo el pensamiento, sino la vida real.
Los derechos y obligaciones en la llamada comunidad gay de nuestro país, reflejan la intensa lucha y búsqueda de estos grupos que no deben ser vistos como minorías, sino como parte integral de una sociedad en constante movimiento y con la suficiente apertura como para respetar la integridad y valores de quienes piensan y tienen distintas preferencias.
Religión, moralina y cerrazón son un trío que cada vez se disuelve con más facilidad ante la inherente inquietud de jóvenes, hombres y mujeres que aceptan esta convivencia que se rebela ante el hostigamiento y las falsas aceptaciones.
Los matrimonios, la paternidad y maternidad, las adopciones, la identidad con un nuevo sexo, el respeto en las fuentes laborales, son logros y retos que no se han consolidado para la comunidad gay que sigue en arduo trabajo para desterrar esa palabra que indigna: Homofobia.
Ahí en todas sus variedades, colores y versiones están las comunidades Travesti, Transgénero, Transexual, Heterosexual, Homosexual, Bisexual y Lesbianas.
En el morbo más hostil que condena, atrapa y etiqueta son varios los personajes que se arriesgaron y “rompieron la chaqueta para salir del closet” y aceptar libremente sus preferencias sexuales.
En la farándula, la cultura, el deporte y la política se han desatado polémicas, esas que finalmente se apagan y dan paso a la tranquilidad de vivir el presente como es, con todos sus matices.
Otros más prefieren seguir en la simulación, esa donde se acallan los temores y los rencores bien guardados por la necesidad de una irreparable aceptación social.
Aplaudo esa inteligencia social y emocional que irrumpe con la parálisis de pensamiento. Respaldo esas manifestaciones como la de ayer con la “Marcha de las Putas”, una forma de gritar y exigir la reivindicación a la libertad de pensamiento sexual, social y laboral de las mujeres.
En unas semanas más, se realizará en Puebla la “Marcha del Orgullo Gay”, una forma de expresión que tenemos que aprender a mirar no con morbo ni como un espectáculo, sino como una forma respetuosa de escuchar las exigencias, reclamos y logros de una comunidad con una gran diversidad de pensamiento y preferencias.
Vaya para esa gran comunidad gay el respeto a su lucha y el reconocimiento a sus valores, esos que muchos vulneran y que son parte de una realidad social que exige madurez e inteligencia no sólo emocional, sino también sexual.
@rubysoriano