Este es el hashtag que desde el lunes corre en redes sociales a propósito del asesinato de un menor en una de las salas de Cinépolis y yo le agrego que los espectadores al interior de la misma son igualmente responsables.

Pero para llegar a esa conclusión veamos cómo fueron los hechos: Recién esta semana nos enteramos que el pasado 2 de noviembre un pequeño de 10 años fue herido en la cabeza con un arma de fuego mientras veía una película infantil en una de las salas de Cinépolis de Plaza Ermita, Iztapalapa. Lamentablemente, el niño falleció dos días después en el hospital en que era atendido.

Pasados diez días de este hecho y, solo, tras el reportaje del periódico La Razón publicado el lunes pasado, la empresa emitió un comunicado informando que a las 20:40 horas del 2 de noviembre su personal fue informado que un infante había sido lesionado y aseguró que sus empleados actuaron conforme al protocolo, otorgando la ayuda necesaria y que ante la demora de la ambulancia el niño fue trasladado al Hospital General de Iztapalapa. También informó que no supieron que el origen de la lesión fue por detonación de arma de fuego y se comprometieron a seguir colaborando con las autoridades.

Cabe decir que al niño lo trasladaron en la cajuela de un auto, que al inicio su padre pensó que había sido descalabrado con una piedra en la cabeza, que la función no se detuvo mientras todo esto sucedía, que al interior de la sala se encontraban unas 200 personas, que la función recién había iniciado, que sólo encendieron las luces de la sala para sacar al menor, que en ningún momento se activaron los protocolos de seguridad para buscar al agresor y que, por supuesto, no se dio aviso a las autoridades.

De todo esto puede deducirse que existe una clara responsabilidad por parte de la empresa Cinépolis, que aún y cuando se pensara inicialmente que el chico había sido descalabrado, la agresión existía y había un responsable que debía ser buscado y detenido, para lo cual era imperativo se avisara a las autoridades y se retuviera al resto de las personas presentes en la sala; que también hay responsabilidad social, es inconcebible que habiendo alrededor de 200 personas en el lugar nadie se hubiese tomado la molestia de hacer un llamado a la policía para denunciar lo que estaba sucediendo.

Es verdaderamente indignante el grado de impunidad que existe en nuestro país y el nivel de apatía que tenemos como sociedad.


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Mientras como ciudadanos nos mantengamos apáticos y ajenos a la desgracia del de junto somos directamente responsables también de hechos como el descrito.

En cualquier otro país con ciudadanos más corresponsables y comprometidos, en resumidas cuentas más civilizado, es impensable un hecho como éste: los servicios de emergencia hubieran llegado de inmediato al igual que las autoridades policiales; la sala hubiese sido cerrada; el responsable aprehendido;  la empresa sancionada y algún directivo hubiese renunciado; la sociedad en general hubiera respondido indignada de forma brutal; nos hubieramos enterado de inmediato y no casi dos semanas después.

En fin, mientras todos los involucrados se echan la culpa entre ellos y se deslindan de cualquier responsabilidad, mientras el asesino sigue entre nosotros y la mayoría de los mexicanos se mantienen ajenos, nos leemos la próxima semana…