Sacar adelante reformas estructurales como la fiscal y energética permitiría a México fortalecer su mercado interno y tener un motor adicional a las exportaciones, para enfrentar cualquier factor de riesgo externo, como la brecha fiscal estadounidense.
México se ve muy bien en el entorno internacional, pese a los riesgos que puede representar una eventual caída de Estados Unidos en el denominado abismo fiscal o la propia crisis de deuda en los países en la zona del euro.
El llamado precipicio fiscal comenzará a surtir efecto en enero e incluye 7 billones de dólares en aumentos impositivos y recortes de gastos por el lapso de una década, a menos de que el Congreso intervenga.
Entre las políticas en cuestión están reducciones en gastos asociados a la defensa y otros rubros, la expiración de los recortes fiscales de la era Bush, el fin de una exención temporal en los impuestos sobre nómina, la ampliación de las prestaciones por desempleo y el inicio de recortes salariales a los médicos del programa Medicare.
Asumiendo que el tema de finanzas públicas se resuelva en Estados Unidos y que los gobernantes en la zona del euro puedan llevar bien los problemas que enfrentan (crisis de deuda), México tendría que crecer de 3.5 a 4% en 2013.
De no llegarse a un acuerdo en el Congreso de ese país, Estados Unidos entraría de inmediato en un recorte en gastos a partir del 1 de enero de 2013 que podría llevar al gobierno a perder el control de la economía y generar una recesión muy importante, ya que se perderían hasta 4 puntos porcentuales del Producto Interno Bruto (PIB).
La salida de la crisis financiera global choca a menudo con la meta de asegurar que no se repita, lo que hace todo el proceso más difícil.
Terminar con la crisis implica impulsar la demanda y restaurar los empleos perdidos y el crecimiento. Al mismo tiempo, crear una economía más fuerte exige reducir las deudas en muchas economías avanzadas, lo cual puede golpear la demanda.
Las familias endeudadas, los bancos y los gobiernos deben reducir sus pasivos, pero hacerlo demasiado rápido golpeará la recuperación. Los países deberían poner un freno a los programas de austeridad en el corto plazo si el crecimiento flaquea, siempre y cuando tengan planes creíbles para reducir la deuda en el mediano plazo.
El desapalancamiento es necesario, pero debería implementarse a una velocidad y de una forma que minimice el impacto sobre el crecimiento.