Dada la perspectiva de entradas de capital a lo largo del año y en anticipación a la posible aprobación de alguna de las dos reformas de fondo (fiscal y energética) la paridad cambiaría podría incluso acercarse a los 10 pesos por dólar para el próximo año.

Esto podría, más pronto que tarde, forzar a las autoridades a intervenir en el mercado cambiario. La reciente cancelación de la subasta de venta de dólares parece ser una señal en esa dirección.

La repentina euforia de los mercados por México se ha reflejado en una entrada masiva de capitales que ha fortalecido a la moneda mexicana de manera significativa, llevando al peso a una revaluación de poco más de 6% en lo que va del año, con una paridad moviéndose de 13 pesos a finales de diciembre hasta 12.15 en los últimos días. Esto resulta aún más sorprendente cuando se compara con una paridad de 14 pesos dos semanas antes de las elecciones de julio.

Hay tres factores que explican por qué el peso se ha convertido en la moneda de moda en apenas cuatro meses.

Primero, porque el país ha hecho promesas y hay esperanza de cambio y mejoría. Segundo, porque Brasil se cayó y los inversionistas han salido a buscar un mercado con mejor futuro. Tercero, porque la salud económica del país se ve mejor, en medio de un mundo en desgracia. Es indudable que el país posee fortaleza económica, pero ésta no es nueva porque ya existía desde hace varios años y los capitales no se habían desbocado como ahora lo están haciendo.

Si la fortaleza del peso únicamente reflejara la fortaleza de la economía, y dada que esa condición podría mejorar con las reformas que vienen, entonces no habría razón para preocuparse.


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El problema está en que la fortaleza cambiaria va a evolucionar más rápido que la de la economía, lo cual podría afectar la competitividad exportadora y consecuentemente restringir el crecimiento. Existe la probabilidad de que la paridad cambiaria pudiera acercarse a 10 pesos por dólar para el 2014 si se aprueban las reformas fiscal y energética. Con dichas reformas arreciarían los flujos de inversión no sólo especulativa sino también directa.

El país debería evitar caer en una situación de complacencia que podría derivar en la pérdida de competitividad cambiaría en los próximos años y que podría obstaculizar el avance económico y el potencial productivo generado por las reformas esperadas.