La presencia de Camila Vallejo en la BUAP, la más destacada defensora de la educación pública en Chile y en América Latina, representa un hecho de gran relevancia en la vida de nuestra máxima casa de estudios.

Aunque –como dicen por ahí—“un golondrina solitaria no trae consigo el verano”, podría ser una señal que las autoridades de la institución envían al conjunto de los universitarios y a la sociedad poblana, en el sentido de que no darán un paso atrás en lo concerniente a la defensa de la universidad pública.  El rector Alfonso Soriano Esparza, por lo demás, se encargó en todo momento se poner esto de relieve, acompañando a Camila en la mayoría de los actos en que se presentó.

A la vez, podría ser –en contrapunto—una señal que se le envía a la derecha poblana, en la que se le advierte que los universitarios de la BUAP no han renunciado a sus ideales progresistas, pese a los retrocesos y vacilaciones surgidos en los últimos años.  Este mensaje encerraría, a la vez, la siguiente advertencia: “no intentéis entrar a nuestra universidad, porque tenemos el blindaje ideológico adecuado para evitar que vuestras posturas se propaguen en la comunidad universitaria”.

Aunque ese tipo de señales debieron haberse lanzado desde hace varios años atrás, tomando en cuenta el avance de la derecha en todo el país y la entidad, aplaudimos  que las autoridades las envíen.  Históricamente  nuestra máxima casa de estudios ha desempeñado un papel crucial en lo que concierne a poner muros de contención a las fuerzas reaccionarias.  Lamentablemente, algunos gobernadores (de consuno con algunos rectores) emanados del PRI  no comprendieron a tiempo esta situación, alentando determinadas políticas que estimulaban el apoliticismo en la BUAP. Algunos de ellos, en la actualidad,  han de estar lamentándose por haber incurrido en ese error.

Pero, en fin, todavía estamos a tiempo para frenar el apetito derechista de intervenir en la institución.

Desde luego, no basta el enviar señales. Se requiere, también, el superar determinadas prácticas que han contribuido al alejamiento de los universitarios de la política, como el frenar su participación en los problemas que tienen que ver con la vida cotidiana de sus escuelas y facultades. 


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Ayer mismo, al final de la conferencia de Camila, pudimos observar claramente una de esas prácticas inefables.  Aunque decenas, si es que no cientos, de jóvenes  intentaron conocer la opinión de aquella en torno a determinados problemas candentes que enfrentan las universidades de nuestro hemisferio, los responsables de seguridad del Complejo y las edecanes se las ingeniaron  –como acostumbran—  para seleccionar las preguntas más inanes o insignificantes  (vgr. :  “¿qué opinan tus papás sobre tus actividades?”), lo cual ensombreció de algún modo el evento. De repente los encargados del Complejo apagaron el sonido del micrófono de la dirigente estudiantil chilena, lo cual le impidió continuar dialogando con los muchachos.

Ese tipo de incidentes deberían acabarse de una vez por todas. Los universitarios son los suficientemente maduros como para ser tratados como personas sin criterio,  si es que no como débiles mentales.

Estamos convencidos de que el rector Alfonso Esparza Soriano no comparte esas actitudes.

Esperamos que así lo entiendan los responsables de las diversas instancias de la BUAP, entre ellos los  directores de los cuerpos de seguridad de la institución.