La muerte no nos roba los seres amados. Al contrario, nos los guarda y nos los inmortaliza en el recuerdo. La vida sí que nos los roba muchas veces y definitivamente”. Contundente y aleccionadora frase del escritor francés: François Mauriac, nadie sabe ni el momento, ni el lugar, ni la hora, mucho menos el porqué, hoy el mundo del futbol se vuelve a vestir de luto por el sensible fallecimiento a causa de un paro cardio-respiratorio de Christian Rogelio Benítez Betancourt, delantero ecuatoriano recientemente campeón con el América.

Hoy la vida nos vuelve a decir que detrás de esos portentosos y magníficos deportistas, hay personas comunes y simples, que lejos de la idolatría y fama, tienen los mismos problemas que cualquiera de nosotros, poseen la misma fragilidad que un jarrón de porcelana, lo único seguro en esta vida es la muerte.

De infancia difícil por la desatención de su padre para con su madre y hermanos, de adolescencia prematura al debutar en primera división con el Nacional de Ecuador a la corta edad de 16 años, de adultez exitosa en lo profesional, siendo campeón con Santos Laguna, jugando en Inglaterra con el Birmingham, ganando 3 campeonatos consecutivos de goleo con el América y alzando la corona en aquella épica final hace unos meses contra Cruz Azul.

De éxito en lo personal, al casarse y convertirse en padre de 2 hijos que llenaron por completo y a plenitud su vida, todo parecía acomodarse para que el “Chucho” cumpliera su más grande meta: ofrecerle a su familia un futuro promisorio, que no le faltara nada, lo que el no tuvo de pequeño en su natal Ecuador.

“Poder ofrecerle a ellos, lo que yo no tuve de niño”, esas fueron las palabras del hoy recordado con nostalgia Christian, días antes de anunciar su salida de las águilas, sacrificando el lado profesional, yéndose a jugar a Catar, por el personal, anteponiendo a su familia y asegurando un futuro como cabeza de la misma.

Cambió el egoísmo por el altruismo dentro de la cancha, siempre con la mirada al balón, obsesionado con centrar y anotar, modificó su “modus operandi” por levantar la mirada y pasar el balón, por centrar y que anotaran, porque le centraran y anotara, así fue campeón con América, como un equipo, así fue tricampeón de goleo, como un equipo.


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Cambió el egoísmo profesional, por el altruismo personal, prefirió a su sangre, a los suyos, a su motor, a su razón de ser, en lugar de un proyecto profesional que no era su objetivo primordial, que grande eres Benítez.

Delantero fantástico, demoledor, de físico impresionante, de goles sublimes, de fallas increíbles, “de pocas palabras, pero de muchas sonrisas” comentan con evidente tristeza sus compañeros en América, ese era Christian Benítez, un futbolista que se comió la liga mexicana y que con goles a montones, se ganó el cariño y admiración de americanistas y antiamericanistas.

Hoy ese caprichoso e inmisericorde regalo llamado: vida, se lleva a un hombre  que a sus 27 años ya había cumplido con muchas de sus metas, tal vez las que le tocaban, hoy el mundo del futbol pierde a un gran futbolista, a un gran ser humano que pasa a ser leyenda por lo hecho como delantero, como esposo y como padre.

Se nos adelanta en el camino, con esa velocidad en la carrera brutal que tenía, deja un gran vacío en los corazones de los aficionados, deja un legado como futbolista, no es un adiós querido Christian, es un hasta pronto “Chucho”, hasta siempre campeón.

@tonysanchezcam