La reforma laboral tan esperada en México, fue finalmente discutida por las distintas fracciones políticas, pero esta vez con la determinación de aprobarla. Este proyecto legislativo vio la luz cuando concluía el año 2012 y ha conseguido despertar enormes expectativas en cuanto al abanico de posibilidades que abre y respecto a los cambios que podría provocar en favor de la economía del país.
Aunque los efectos positivos de este avance no se esperan de manera inmediata, sí existe confianza en que se hagan evidentes en el mediano plazo para verse consolidados en un futuro no muy lejano.
El Banco de México estima que esta reforma creará 194,400 nuevos empleos formales antes de que termine 2013; no obstante, la desaceleración económica de muchos países que inevitablemente influye en la economía de México pone en tela de juicio el optimismo de estos cálculos.
Muchos de los aspectos relevantes de la situación que aqueja al ámbito laboral se atribuyen al fenómeno de la globalización. Sin embargo, aunque esta podría ser en gran medida una explicación a mucho de lo que ocurre en el mundo del empleo, es preciso señalar que México, en sí mismo, debe imponerse y transcurrir por un proceso de cambios estructurales cuyo objetivo sea sentar las bases -legislativas, políticas, económicas y sociales- que faciliten un crecimiento ordenado y a su vez se traduzca en estabilidad.
El proceso debe generar confianza, tanto a las empresas para su permanencia y crecimiento, como a nuevos inversionistas para la creación de nuevas fuentes de trabajo. Indudablemente, la reforma laboral juega un papel muy significativo, puesto que es inminente que prevalezcan, entre muchas otras cosas, el equilibrio y la equidad en el ámbito de la relación laboral para estimular la creación de empleos y simultáneamente, por razones de certidumbre, se vaya comprimiendo la economía informal.
El mercado laboral mexicano, como el de todo el mundo, demanda perfiles profesionales muy específicos que realmente cubran sus necesidades. Estos profesionistas deben ser “producidos” por todos y cada uno de los actores de la economía: gobiernos, instituciones educativas y los empleadores mismos.
Las empresas, tanto como los consumidores de bienes y/o servicios, quieren contar con personas que individualmente sumen a favor del éxito colectivo así como para un mejor balance en costo-beneficio.
Los profesionales de hoy se enfrentan a mercados con insaciables necesidades en demanda de ser satisfechas, y que les son transferidas por los empleadores de un mundo globalizado en frenética competencia, imparable avance y siempre bajo la amenaza de la obsolescencia.