Son mayoría en el país y hasta en el padrón para votar, pero hasta ahí, su predominio numérico y el desgastado y demagógico discurso de la “equidad de género” no ha llevado a que las mujeres mexicanas– en verdad – alcancen el mismo nivel de desarrollo económico o profesional que los varones, pese a que en muchas ocasiones ellas los superan en resultados, profesionalismo y preparación.

Sin embargo, de acuerdo a datos oficiales del Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social (Coneval),  “la participación laboral masculina es superior a la femenina en todos los grupos de edad, se trate de población pobre o no pobre. Sin embargo, destaca que la condición de pobreza modifica las diferencias en las tasas de participación de hombres y mujeres, siendo superiores las brechas en el caso de la población pobre y, particularmente entre las personas más jóvenes (16 a 44 años)”.

De hecho, en México, mientras más pobre sea una fémina, menos probabilidad tiene de insertarse en el ámbito laboral, porque, según el CONEVAL, “en circunstancias de precariedad y en la etapa del curso de vida de mayor productividad, las mujeres pobres tienden a insertarse en el mercado de trabajo en mucha menor medida que los hombres pobres, e incluso, que las mujeres no pobres”.

Y las que trabajan lo hacen en mayores condiciones de precariedad y de falta de derechos que los varones. “En general, son más las mujeres que participan en el mercado laboral sin recibir pago que los hombres, tanto la edad como la condición de pobreza son factores que inciden en este fenómeno: son más las mujeres trabajadoras pobres que no reciben remuneración y las brechas crecen notablemente en los grupos de población adulta mayor”.

La maternidad como lastre profesional

El informe del CONEVAL “Pobreza y Género en México, hacia un sistema de indicadores”, apunta que las féminas también deben arrastrar un “lastre” propio de su género: la maternidad, porque  la participación económica de las mujeres se ve afectada tanto por el hecho de haber tenido al menos un hijo como por la pobreza. Las mujeres que son madres, en general, muestran tasas de participación económica menores que las de quienes no lo son, en cualquier grupo de edad”, aunque esta diferencia se acentúa todavía más en mamás pobres.

Las mujeres tienden a acceder a empleos con una jornada  laboral completa en menor medida que los hombres Dicho acceso, además, se ve afectado por la condición de pobreza de la población. En el caso de la población pobre la proporción de hombres con jornada laboral completa es mayor que la de las mujeres por casi 25 puntos porcentuales,  mientras, entre la población no pobre este porcentaje es mayor sólo por 16 puntos”.

La preocupante pobreza monetaria que padecen las mujeres, su exclusión laboral y su falta de oportunidades no solamente las afecta a ellas, sino también a las familias, que prescinden de un importante ingreso económico que las féminas podrían aportar, sobre todo si se toma en cuenta que las mexicanas son mucho más cumplidas y comprometidas con sus allegados que LOS mexicanos.

Machismo sustentado en el dinero

Las cifras muestran que “sin importar la condición de pobreza, las mujeres trabajadoras tienen ingresos menores a los de los hombres en prácticamente todos los niveles de escolaridad considerados. La única excepción es el caso de las féminas no pobres con escolaridad nula o preescolar, quienes ganan apenas dos pesos más por hora que los hombres con el mismo nivel de estudios. La diferencia salarial entre hombres y mujeres se expresa con mayor claridad entre la población con mayores cualificaciones”.

Los ingresos monetarios de los hogares provienen principalmente de los varones, quienes perciben, aproximadamente, dos terceras partes de los recursos monetarios de los hogares (64.8 por ciento). La participación de hombres y mujeres en el ingreso monetario del hogar no cambia de manera importante en función de su condición de pobreza. La aportación de las féminas es apenas superior en contextos donde no se experimenta una situación de pobreza”.

Este estudio del CONEVAL explica claramente por qué la pobreza y el machismo en México han formado un fuerte lazo, un círculo vicioso, en el que las mujeres llevan todas las de perder, en especial si padecen condiciones de marginación, ya que su misma condición de féminas empobrecidas tiende a alentar el hecho de que permanezcan alejadas del  bienestar económico y profesional.

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