“El país con insuficiencia alimentaria está condenado
a la asfixia de las peores condiciones
comerciales internacionales”
Abel Pérez Rojas
Narran nuestros abuelos que México era un país invadido por aguas cristalinas, especies animales exóticas y verde, verde por doquier.
Nos cuentan los más viejos que los comedores de los hogares mexicanos rebosaban de lechugas, zanahorias, quelites, berros, cilantro, rábanos; los imprescindibles: frijoles, chile y maíz en atole, en tortillas, en guisos, en todas partes y a todas horas.
Yo alcancé a ver el comedor paterno pintado multicolor por las bondades de Tonatzin.
Hoy todo cambió. Hace 30 años México perdió su autosuficiencia alimentaria.
De acuerdo con diversos especialistas citados por Excelsior: “cuando una familia mexicana se sienta a la mesa, 57 por ciento de los alimentos que consume tienen su origen en nuestro país y 43 por ciento restante viene de fuera a un alto costo” (bit.ly/16JgfpE).
Recientemente la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) señaló que nuestro país está en una situación sumamente vulnerable, debido a que estamos destinando 15 mil millones de dólares en compras en el exterior para complementar la canasta básica de la población.
Por supuesto que todos los países necesitan importar de otros lares alimentos para satisfacer las necesidades de su pueblo, pero lo grave radica, como en el caso de México, cuando en el país no se producen los alimentos que son vitales por motivos culturales, por necesidades nutricionales, por aspectos circunstanciales, etc.
Peligrosamente en México “compramos a otros países la tercera parte del maíz que comemos; la mitad del trigo, 80 por ciento del arroz y entre 30 y 50 por ciento del frijol, así como poco más de 30 por ciento de la leche en polvo que demanda la población” (bit.ly/16JgfpE).
Datos del Consejo Nacional de Evaluación Política y Desarrollo Social (CONEVAL) revelan que 7.4 millones de connacionales están en condiciones de hambre; por cierto, el año pasado cerca de 11 mil mexicanos murieron por causas vinculadas con el hambre y la nutrición.
Por asombroso que parezca, contrario a la situación patética alimentaria de México, según el Banco Mundial y las Naciones Unidas, África podría ser el granero del Mundo.
Una reciente publicación de la Fundación Mo Ibrahim recabada por el periódico El País sostiene que de “los 15 países del planeta donde más ha crecido la producción agrícola entre 2000 y 2008, siete son africanos: Angola (13,6%), Guinea (9,9%), Eritrea (9,3%), Mozambique (7,8%), Nigeria (7%), Etiopía (6,8%) y Burkina Faso (6,2%)”.
Ni duda cabe que algo están haciendo bien ciertas regiones africanas, a ello habría que sumarle que el contienen africano tiene la mayor extensión con potencial cultivable del planeta y que en la actualidad -según especialistas- sólo se está trabajando el 10 por ciento de los 400 millones de hectáreas cultivables.
Para convertirse en granero del mundo África debe sortear diversas aduanas: sus problemas étnicos, políticos y religiosos; la voraz ambición de las transnacionales alimentarias que ya han puesto la mira en esas latitudes, la incorporación de tecnología de punta y la satisfacción de las necesidades alimentarias de su propia población.
Por si fuera poco, siempre estarán latentes las amenazas señaladas en foros internacionales sobre la producción y consumo de alimentos transgénicos.
Quién lo diría, probablemente en unos años, en territorio de Centéotl, en el terruño que nuestros viejos orgullosamente presentaban como la “cuna del maíz”, podría consumirse el sagrado grano de la mazorca, pero ahora con una variante: sería traído de África.
Escenarios que no son fantasiosos, porque México ya está importando arroz africano.