Pese a que Puebla mantiene una tasa de mortalidad por debajo de la media nacional, con 7.18 casos por cada 100 mil mujeres, la entidad registra un número preocupante de decesos por cáncer de mama con un promedio de 180 reportes al año, es decir, prácticamente una mujer muere cada 48 horas por esta causa.
De hecho, estadísticas del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) refieren que el cáncer de mama constituye la principal causa de enfermedad y muerte en las mujeres adultas en el país, incluso por encima del cáncer cérvico-uterino.
Sin embargo, este padecimiento va más allá y constituye un problema social que impacta a las familias de las mujeres que lo enfrentan; la mayoría de ellas, madres de familia.
Helga María Castillo, madre de dos mujeres de 22 y 24 años de edad, relata con mucha entereza cómo enfrentó el cáncer de mama y más aún, cómo lo vive después de que hace tan sólo tres años le fuera extirpado un seno.
Visiblemente segura, cuenta este episodio, que ella misma califica como una enseñanza de vida que Dios le brindó.
Recuerda que a los 49 años, detectó una pequeña “bolita” en uno de sus senos del tamaño de un chicharito que no le generaba ningún tipo de dolor.
Ante ello, acudió al ginecólogo para que le hiciera una valoración clínica. El tratamiento que incluía la aplicación de una pomada de nada sirvió, puesto que la “bolita” permanecía; lo que dio paso a que en forma urgente, acudiera a una consulta con un oncólogo.
Todo este proceso le llevó 6 meses, lapso en el que ese tumor crecía. El oncólogo –detalla– ordenó que se realizará una biopsia, cuyo estudio después de 8 días, arrojaba lo que nunca pensó en su vida escuchar: tenía cáncer.
-Qué te vino a la mente cuando te revelaron que tenías cáncer?
-“Que me moría…”
“Lo primero que me vino a la mente era que el cáncer era sinónimo de muerte”, comparte, al tiempo de valorar el amor y apoyo que recibió por parte de toda su familia y sus amistades cuando les hizo saber del suceso.
Sin embargo, considera que uno de los pasos más difíciles fue hacerles saber a sus hijas que tenía cáncer y que, irremediablemente, debía someterse a una cirugía para extirparle el tumor maligno del seno.
Con mucha voluntad y fe en Dios, decidí operarme, han sido los meses aplicación de al menos 6 quimioterapias, que son dolorosas y devastadoras para tu persona”.
“Me aferré a Dios, a mis hijas y a mi familia, por algo sigo aquí. Seguramente aún tengo una misión que cumplir en esta vida”, asegura Helga, quien relata que como consecuencia de las quimioterapias, empezó a perder el cabello.
Este hecho, lejos de crear angustia en mis hijas –recuerda– las unió más como familia; porque en forma espontánea, Ale y Malú decidieron cortarse el cabello y usar un turbante en señal de amor y solidaridad con su mamá.
También, manda un mensaje a todas las mujeres: “Que se auto-exploren y no tengan miedo se realizarse una mastografía, dado que no duele, que vayan al médico en forma periódica y se valoren y eviten esta enfermedad, la cual es devastadora, que no nos de miedo, porque podemos salvarnos”.
La importancia de la autoexploración
Hugo Sánchez Tovar, encargado de la Coordinación Clínica de la Consulta Externa del Hospital General Regional 36 del IMSS, asegura que en primer término, toda mujer se tiene que hacer una auto-exploración de los senos.
Recomienda que después del periodo menstrual, se hagan una exploración, particularmente después de bañarse.
Se levanta un brazo sobre la nuca y con el otro brazo que está libre, hay que explorar en forma circular la mama, de preferencia en la ducha cuando se está con jabón, porque se desliza mejor la mano”.
Advierte que el cáncer de mama casi no se presenta durante la edad reproductiva (de los 20 a los 40 años), sino hasta después de los 50 años de edad, aunque existen casos aislados de esta patología entre los 20 y los 30 años.
Comenta que cuando se tiene el antecedente de que en la familia ya hubo un cáncer de mamá, resulta importante que la auto-exploración sea más rigurosa y tenga que ser incluso por algún médico.