“Espolear a nuestro ser desde lo extraño,
 para reconsiderar lo habitual”
Abel Pérez Rojas

Educar(se) en y para lo extraño significa cuestionar nuestros puntos de seguridad y abrirse a nuevas estructuras de pensamiento, a partir de abordar lo que soslaya la instrucción formal por considerarlo irrelevante o poco serio.

Hace cinco años, mi amigo, Fernando Acosta propuso en un artículo la conformación de la Sociedad para la Investigación de lo Extraño (SIE). Fernando bosquejó a la SIE como un esfuerzo ciudadano para el estudio de los sucesos que salen de nuestros referentes de conocimiento.

De acuerdo con Fernando Acosta, la SIE podría representar la posibilidad de conformar una versión actualizada de las sociedades científicas del Siglo de las Luces, que se constituyeron para intercambiar y abordar lo desconocido.

La propuesta de Fernando Acosta se funda en la plasticidad del cerebro humano, cuya cualidad permite la sobrevivencia y evolución de la humanidad; a la par, el cerebro busca andar sobre lo seguro. Buscar escondrijos para guarecerse de las interminables dudas es una actitud, hasta cierto punto, de compensación ante la infinitud de los misterios del Universo.

Entre la plasticidad y la compensación, el vaivén cerebral encuentra comodidad en lo previsible. La previsibilidad es oasis seguro en medio del desierto de la incertidumbre.

Desgraciadamente la previsibilidad es lugar común aun de los esfuerzos más nobles, recurriendo con ello a posturas y aportes que no rompen con las inercias que nos mantienen anclados a Matrix.


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No debe tomarse lo extraño sólo como sinónimo de paranormal o sobrenatural, en el contexto en el que venimos discurriendo el término debe remitirnos a lo raro, a lo singular, a lo que habitualmente es desechado o poco abordado por las investigaciones de las instituciones formales.

En el ámbito social, por ejemplo en la historia universal, encontramos episodios que no reciben la misma atención que los acontecimientos divulgados en los libros de texto. O en las Ciencias Naturales, en el caso de la Biología, vemos desafíos extraños en la Criptozoología: estudio de los animales cuya existencia es improbable, o en la Astrobiología: rama de la ciencia en la que se vinculan AstrofísicaBiología y Geología para el estudio de la existencia, origen, presencia e influencia de la vida en el conjunto del Universo.

México es rico en fenómenos poco estudiados o extraños: objetos voladores no identificados, volcanes activos aledaños a zonas densamente pobladas, surgimiento de nuevas adicciones, empoderamiento de nuevas masculinidades en entornos de masculinidad unimodal, entre otros.

La puerta que da entrada a educar/educarse en lo extraño es vigilada por un guardia que causa temor: el descrédito personal.

Si ponemos en tela de juicio nuestro saber podríamos estar renunciando a la aparente seguridad que da el conocimiento, pero estaríamos abriéndonos a la expansión del pensamiento, a las ideas originales e innovadoras.

En efecto, al dar cabida a lo extraño en nuestro pensamiento y en nuestras búsquedas personales corremos el riesgo del descrédito ante los “expertos” al cuestionar lo que creemos saber.

Educar(se) en y para lo extraño a pueblos como el mexicano -que ha heredado por siglos la proclividad a pensar y actuar basados en la fe, en las emociones, en las tradiciones, en resumen, basándose de gran manera en el pensamiento mágicolos haría pasar de un pensamiento infantil a una forma de pensamiento adulto.

Vale la pena, por salud mental de la población, valorar la pertinencia de la vinculación entre la educación en y para lo extraño y el pensamiento mágico, porque hay un extenso campo de la actividad humana que se está dejando en manos de charlatanes y mercaderes.

Hay vastas fuentes de fenómenos extraños,  y aun los conocidos, a la espera de mentes dispuestas a sortear la medianía.

Abel Pérez Rojas ([email protected] / @abelpr5 / facebook.com/PerezRojasAbel) es poeta, comunicador y doctor en Educación Permanente. Dirige Sabersinfin.com.