El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) fue concebido como un instrumento de transformación interna para apuntalar el crecimiento económico de México y una palanca para relacionarse con el vecino más poderoso del mundo.

A 20 años de su entrada en vigor, ha cumplido cabalmente ese objetivo. No es la panacea que algunos equivocadamente anticiparon ni el desastre que sus críticos insistieron en presentar.

El proceso de negociación del TLCAN inició en noviembre de 1988, cuando se reunieron los Presidentes electos de México (Carlos Salinas) y de Estados Unidos (George Bush) en Houston, al no estar en funciones no estaban sujetos a los protocolos que exige la investidura presidencial y pudieron en ese entonces, hablar con franqueza y libertad de lo que querían de la relación bilateral.

En esa reunión hablaron por primera vez de construir un tratado de libre comercio. Pero para Carlos Salinas, en ese momento, el problema más apremiante de México era el excesivo endeudamiento interno y externo, que nos había condenado al estancamiento económico durante los años 80.

En noviembre de 1989, cambiaron las circunstancias. México había concluido una reducción exitosa de la deuda y sin precedentes con el Plan Brady, pero la caída del Muro de Berlín obligó a modificar las decisiones, ante el nuevo contexto internacional. Así, en enero de 1990, en Davos, el entonces Presidente Carlos Salina le propuso a Estados Unidos iniciar la negociación del TLCAN. También se incluyó a Canadá.

La negociación formal fue más larga, intensa y complicada, duró cuatro años, en los que en etapas éramos aliados del gobierno estadounidense, en su promoción interna, pero una vez logrado nos convertimos en adversarios en la negociación comercial.


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Ésta culminó con la firma del TLCAN en San Antonio, Texas, a finales de 1992. Después vinieron los llamados acuerdos paralelos de medio ambiente y laboral, por lo que fue a finales de 1993 cuando el Senado mexicano y el Congreso estadounidense ratificaron el acuerdo comercial y fijaron el 1 de enero de 1994 para su entrada en vigor.

Hoy, a 20 años de distancia, es indispensable hacer un balance justo y mesurado de este instrumento. Sin duda, el Tratado ha tenido costos, pues ha demandado sacrificios de muchos trabajadores y empresarios mexicanos (también de Estados Unidos y Canadá). Pero ha rendido frutos importantes. Sólo en términos de balanza comercial, las cifras son espectaculares.

Previo al TLCAN y al acceso al Acuerdo General sobre Comercio y Aranceles (GATT, por sus siglas en inglés), la economía mexicana estaba cerrada al exterior en términos reales y estrangulada por cotos de poder de burocracias y grupos de interés, que repercutían en precios altos y productos de muy baja calidad para los mexicanos. Más de 80% de las exportaciones mexicanas iban a Estados Unidos y éstas eran, en su mayoría, petroleras o materias primas.

El Tratado modificó el monto y la composición de éstas: el petróleo dejó de ser el principal producto de exportación del país y nos convertimos en exportador de manufacturas. Creó un mercado equivalente a un tercio del valor de la producción mundial -más de 1,000 millones de dólares cruzan la frontera diariamente- y con más de 400 millones de personas.

Además, el país adquirió mayor capacidad exportadora para otros mercados, reduciendo su dependencia de Estados Unidos. Finalmente, el TLCAN también se convirtió en un acuerdo promotor de inversiones, pues el flujo de recursos externos hacia el país se ha incrementado en más de 500%.

Otro gran mérito fue que el Tratado dio certidumbre de acceso al mercado más grande del mundo, a partir de reglas claras y mecanismos institucionales para resolver controversias entre México y Estados Unidos. Cambió, de manera radical, la forma de conducir el diálogo político entre los dos países.

El TLCAN es el acuerdo comercial más amplio que México ha negociado en su historia y el primero entre países desarrollados con uno emergente. Fue innovador en lo relativo al medio ambiente y laboral. Se convirtió en un modelo para la nueva generación de tratados y para las negociaciones multilaterales, entre las que hay que destacar la Alianza Transpacífica.

Me tomo unos días de descanso para celebrar estas fiestas con la familia. A todos ustedes, queridos lectores, lo mejor, muchas felicidades y nos encontramos aquí nuevamente el lunes 6 de enero. Gracias.