El arte necesita del dinero que ofrece el poder para materializarse y el poder anhela la magnificencia que aquella ofrece, expresó Jorge Velázquez Delgado, profesor investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana en una conferencia que impartió a estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) de la BUAP.

El Académico explicó que el artista y el político se desarrollaron paralelamente durante el Renacimiento, un periodo en el que la magnificencia plasmada por los artistas fue más que la creación de la imagen: fue la naturaleza y la razón misma del poder.

¿En qué consistió la codependencia de dos practicas aparentemente tan distintas? Los artistas, abundó, eran contratados por personajes ricos, en su mayoría políticos que mediante su mecenazgo financiaban las obras de arte que los plasmaban.

Así  creaban “espejos de príncipes” para poder vivir en una época en la que la bastardía y la pobreza entre los artistas, como en el caso del mismo Leonardo Da Vinci, les impedía trascender.

“No bastaba con el genio y el talento, los artistas eran sirvientes del poder”, concentrado durante el Renacimiento en una institución: la Iglesia Católica.

Debido a ello, la disciplina sobre el cuerpo, la monogamia, el pudor y la censura pasaron a ser cada vez más comunes en las obras de arte e incluso, mediante un análisis de distintos lienzos se ejemplificó la influencia de dicha religión.


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Por ejemplo, en el cuadro El matrimonio de los Arnolfini, de Jan Van Eyck se observa una pareja burguesa y distintos elementos que remiten la autoridad de la Iglesia, entre ellos un espejo con los símbolos de la pasión de Cristo y un candelabro con una vela, representación de la luz divina del matrimonio y su ascensión al mundo celestial.

En cuanto a las representaciones religiosas, se destaca el culto a la Virgen María, que según Vázquez Delgado “es la domesticación final de la mujer”.

La mujer, simbolizada por la Virgen María suele aparecer subordinada a la imagen de Cristo o Dios, situación observada en El Juicio Final, de Miguel Ángel, o incluso incapaz de tocarlo, como sucede con el cuadro de Martin Schongauer en el que Magdalena se arrodilla ante un Cristo que no se digna a verla.

Para finalizar, el experto explicó que la contingencia entre el arte y el poder durante el Renacimiento es resultado de la conciencia humana sobre su finitud, pues al darse cuenta de que los hombres son “seres para la muerte” comienzan a buscar trascender en la historia, ya sea a través de bellas obras, como en el caso de los artistas o por la búsqueda de la gloria, como sucede con los políticos.