Nota del editor: El siguiente artículo fue escrito por Jesús Romo, licenciado en Periodismo y Medios de Información, y maestro en Análisis Político y Medios de Información. Ha participado como reportero para Grupo Reforma y analista en temas de telecomunicaciones para medios como Animal Político y El Economista, además de la consultora Signals Telecom News. Puedes encontrarlo en twitter como @DackJaniel

internet3Hacia el 2014, la banda ancha y el desarrollo sostenible van encontrando más puntos en común. Dos áreas son quizás las más notorias en cuanto a esta convergencia: la económica y la social.

Si se desglosa el desarrollo sostenible en variables que abarcan el cuidado del medio ambiente, el crecimiento económico y el ejercicio de valores democráticos y derechos humanos, resulta obvio que comparte terreno con algunos de los argumentos de Internet como una herramienta de desarrollo de una sociedad determinada.

En este año, la Unión Internacional de Telecomunicaciones celebra a la banda ancha como una herramienta de desarrollo sostenible.

Internet para democratizar

Así, a Internet se le observa como un elemento de “disrupción” positiva con el que se pueden romper modelos de negocio tradicionales al mismo tiempo que se ofrece una cancha supuestamente pareja para el surgimiento de nuevas propuestas de empresas y servicios.

Incluso se llega a abusar del término “innovación” para hablar de estos nuevos proyectos económicos, sin cuestionarse si también alteran otras estructuras, como la política o social, o es en términos llanos un modelo que se beneficia de la conectividad y las tendencias tecnológicas solamente.

En la parte social, el acceso a la banda ancha se concibe como “democratizadora” al descentralizar, por ejemplo, el modelo de comunicación política en una sociedad, dando espacio a expresiones que no provienen de los partidos políticos, el gobierno o los medios de comunicación, generando el potencial de generar acciones colectivas de grupos de la sociedad civil.

También en el apartado social figuran las políticas de acceso a las tecnologías de la comunicación y la información (TIC) para la población que por razones socioeconómicas  queda marginada. Las políticas públicas para reducir las diferentes “brechas digitales” están presentes también en América Latina.

En efecto, la combinación de banda ancha con tareas de desarrollo genera una especie de Internet como un ideal. El reto entonces está en desmitificar el acceso como un paso definitivo y centrar el debate en cómo es que la conectividad presenta soluciones específicas en cada país, región o comunidad.

Los retos de México

En esta fecha no sólo celebramos la influencia de las telecomunicaciones en la sociedad, sino la construcción de una basada en la información. Vale la pena revisar algunos retos que se le presentan a México.

El país tiene todavía camino por recorrer: más de la mitad de su población no usa Internet. De acuerdo con cifras del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI), en el 2013 los usuarios de Internet eran 49.4 millones de personas, es decir, un 46.7 por ciento de la población.

Esta misma dependencia indica que el principal dispositivo de acceso es la computadora. En este caso, el 43.5 por ciento de la población mexicana usa esta herramienta, según el INEGI.

De los 31.1 millones de hogares mexicanos, el 30.7 por ciento cuenta con conexión a Internet. Dos tercios de los hogares que tienen computadora, pero no conexión a Internet (1.8 millones de hogares), carecen de acceso por razones económicas, según la información de esta dependencia para 2013.

Estas cifras deben leerse teniendo factores en mente: el acceso no es estático y se ha ido incrementando paulatinamente, además de que en estas tendencias subyacen otros factores como la disponibilidad de banda ancha móvil a través de los teléfonos celulares y acciones de política pública como México Conectado, que plantea “conectar” sitios públicos que además pueden servir como hotspots.

Estos datos pintan a grandes rasgos un panorama en el que no se puede caer en un pesimismo fácil, ni en un optimismo desmesurado.

Una de las premisas que se ha aceptado ampliamente en el sector TIC es que el incremento de la penetración se traduce en desarrollo económico.

¿Más penetración, más riqueza?

Una cifra ampliamente citada es la que concluyeron Christine Zhen-Wei Qiang y Carlo M. Rossotto en su estudio para el Banco Mundial “Economic Impacts of Broadband” (2009), la cual es de un incremento de 1.38% del PIB por cada 10% de aumento de penetración de banda ancha en países en desarrollo.

Otros estudios, como “Impact of Broadband on the Economy” de Raul Katz (2012), sugieren que el impacto puede ser inferior a la cifra del Banco Mundial, pero se reconoce que existe un incremento de corte económico.

Si bien el incremento del 1% del PIB por cada 10% en penetración de banda ancha no debe ser una especie de “mantra”, sirve para voltear a ver los escenarios locales.

Bajo esa lógica, en México se tiene entonces un potencial considerable de desarrollo si se logra “conectar” a los hogares y a las personas a servicios de banda ancha bajo la premisa de que el aumento en la conectividad deriva en crecimiento económico.

Pero el acceso no lo es todo, ya que también se requieren “habilidades digitales” para poder extraer un beneficio económico de modelos de negocios soportados en TIC o Internet.

La reforma constitucional de telecomunicaciones sugiere una meta para la estrategia de inclusión digital mexicana: 70 por ciento de los hogares y 85 por ciento de las Pymes conectadas a servicios de banda ancha.

¿Por qué los hogares sobre las empresas? Es una pregunta que vale la pena poner en la mesa en días en los que se recuerda la importancia de las telecomunicaciones en la construcción de una sociedad  basada en la información y el conocimiento.

La internet democratizadora

Además de la dimensión económica, uno de los “milagros” que se le cuelgan a Internet frecuentemente es el cambio en el modelo comunicativo para temas de política e interés público como un elemento democrático.

El uso de sitios de redes sociales genera un espacio para opiniones que no provienen del llamado “círculo rojo”, compuesto por opiniones consideradas como influyentes en la agenda.

Los ciudadanos que estaban (estábamos) etiquetados como un círculo “verde” periférico generan una dinámica diferente, una construcción de un “círculo magenta” que mezcla estos dos niveles de opinión e influencia.

Sin duda este “círculo magenta” tiene un efecto en la comunicación política, pues le da visibilidad a asuntos públicos que aparecen como tendencias al ser comentados en línea.

Esta “masa crítica” presiona entonces a los agentes gubernamentales y políticos y les da una especie de termómetro para medir lo impopular de alguna decisión o propuesta, como ha ocurrido hasta cierto nivel con la de la iniciativa de ley federal de telecomunicaciones recientemente, por mencionar un ejemplo.

No obstante, esta dinámica todavía no es suficiente como para presumir una mejora en la calidad de la democracia mexicana. Lo deseable es que el “círculo magenta” se transforme en un factor para la organización y acción colectiva, y que genere una comunicación más horizontal entre partes involucradas en problemas o temas públicos.

No se puede decir que en México se inicie desde cero, pues los esfuerzos han existido, pero el reto está en generar lazos que construyan esquemas de gobernanza.

El sector político también tiene tarea en el área de las TIC y la democracia, puesto que los espacios de Internet prácticamente son “libres” de regulaciones electorales, lo que brinda espacios para la promoción personal e incluso la lógica de la “cargada” electoral, replicando así el modelo de “espotización” de la comunicación política.

¿Hay incentivos para que estos espacios puedan aprovecharse para comunicarse y no sólo para comunicar?

Esa es una pregunta que se podrá plantear durante la práctica de nuevos mecanismos electorales aprobados en la legislación mexicana, como la reelección y las candidaturas independientes, elementos que en la teoría obligan a los políticos a buscar nexos más arraigados con los votantes y la ciudadanía en general.

La influencia de la banda ancha en el desarrollo va más allá del acceso, que es sólo el paso inicial. La tecnología le da a la sociedad nuevas herramientas para atender sus problemas y asuntos cotidianos, lo que a su vez le va dando forma al mercado y al sistema legal-gubernamental.

En fechas en las que se recuerda la influencia de la tecnología en el desarrollo parece pertinente plantear la pregunta al revés: cómo es que la complejidad de los problemas públicos puede encontrar en Internet y las TIC en general mejores respuestas (y preguntas) para atenderlos.

Twitter: @Dackjaniel
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