Ante los tiempos virulentos que corren en este México de hoy, y en la reciente celebración de la libertad de expresión, podría elegir rendir tributo a ellos, los periodistas de las “exclusivas”, los columnazos, los que son “empresarios” del papel, los que se colocan la mordaza según el sexenio, los que “piden y reciben”. Pero elijo rendir tributo a “los otros”….los rebeldes con causa, los que saben que escribir es un oficio con el que se vive dignamente; los que desafían y exhiben argumentos, los que destapan las cloacas, los que se mantienen estoicos ante las embestidas del poder, los que no se doblan, los que defienden su dignidad personal y laboral, los que tienen memoria, los que usan sus archivos para refrescarnos la memoria y traer el pasado reciente.

Elijo así, hablar de esa libertad que ejercen pocos y autocensuran muchos.
¿Cómo no hacerlo? Cuando en este país el periodismo se ha convertido en una de las profesiones de alto riesgo.

Reconocer la audacia y la entereza de quienes decidieron dejar de ser perros y convertirse en amos, valorar la destreza de quienes con su pluma debaten y retan a los poderosos, resaltar la valentía de quienes apuestan a nuevas opciones periodísticas, con autonomía y no supeditadas a los “convenios y patrocinio del gobierno en turno”, son algunas opciones que reafirman mi respeto por esos colegas a los que sí puede llamárseles periodistas.

En la orfandad de sus textos, en los últimos años hemos atestiguado la embestida contra profesionales de la comunicación; asesinatos, desapariciones, amenazas, chantajes, vetos y toda clase de bajezas que no son exclusivas de los poderes gobernantes, sino también de las organizaciones del crimen organizado, que han silenciado a quien incomoda sus negocios e intereses.

Resulta doloso el repaso de la estadística sobre agresiones, muertes, desapariciones y amenazas contra periodistas en el país. Algunos, doblaron los brazos, no por cobardía, sino por miedo a perder hijos, familia, entraña, sangre.

Otros, en circunstancias diferentes, sólo asintieron con la cabeza y extendieron la mano, para recibir las migajas y colocarse gustosamente la mordaza.

Algunos más, son los que hoy ocupan mi reconocimiento. Ellos siguen estoicos informando, escribiendo, denunciando, exhibiendo, hablando y transmitiendo eso que vemos todos y pocos se atreven a documentar.

Éstos últimos, son los periodistas que están formando cadenas de ciudadanos; los mismos que despiertan nuestra hambre de crítica, quienes nos muestran la impunidad con caras y nombres, los que caen y se levantan doblemente fuertes, los que están aquí para fortuna nuestra y seguirán haciéndose escuchar con el cobijo del empuje social.

Valoro así, tener el poder de la elección en mi derecho a la información. Elijo quedarme con los que hoy siguen siendo minoría. Los que no decaerán en su tenacidad por contar historias, hacer denuncias, argumentar hechos y sobre todo, exhibir los incontables disfraces de una libertad de expresión en retroceso, acotada y amenazada por las delicias del poder en el México de las mil caretas.

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