CRÓNICA

Don Armando estaba en el patio de su casa construyendo una cisterna cuando, excavando, se topó con lo que parecía ser una piedra hueca de color blanco. 

Al principio no le tomó importancia, pensó que se trataba de un tubo o de un tronco, pero cuando él y su esposa Yolanda siguieron ‘picando’ se dieron cuenta que lo había debajo de su casa no era algo ‘normal’. 

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A simple vista parecía como sí se tratara de una piedra caliza, que al simple toque se desbarataba.

Eso, sólo era el principio. Cuando quitaron la tierra húmeda que la cubría, descubrieron que la piedra tenía forma de cuerno y que estaba atravesado sobre el cuadro de la cisterna. Temerosos por no saber de qué se trataba decidieron guardar silencio.

La historia del hallazgo

Habían pasado tres meses desde que en la casa (aún en construcción) de la familia Romero Tejeda en el municipio de Acatzingo se había descubierto un extraño objeto en forma de cuerno.

Don Armando y su esposa habían ordenado a sus hijos no hablar de ello en la escuela; ni sus vecinos, ni la gente del Ayuntamiento conocían del hecho, “solo la familia lo sabía” comentan. 

Debido a que no podían seguir con la construcción de la cisterna, porque no tenían la certeza de lo que habían hallado, Don Armando decidió comunicarse con su hermano, que vive en Atlixco, para que le ayudara.

Días después recibió la visita de su hermano, quien al ver el “cuerno”, le comentó que “eso era algo importante” y que se pondría en contacto con algún medio de comunicación y con las autoridades correspondientes para que fueran a inspeccionar.

Apenas la semana pasada,  personal de una estación de radio se comunicó con Don Armando, le dijeron que le enviarían un reportero para que le contara sobre el descubrimiento.

El reportero llegó y entrevistó, a las pocas horas, el hallazgo ya era conocido por los pobladores de la región. Según cuenta don Armando, los reporteros llegaban a la presidencia municipal de Acatzingo para preguntarles cuál era la vivienda que resguardaba lo que llamaban “el milenario colmillo de mastodonte”, pero debido al hermetismo que habían mantenido nadie daba una respuesta.

El rumor del hallazgo hizo que los regidores de Acatzingo llegaran a su casa a pedir permiso para que medios de comunicación entraran a su casa a ver el descubrimiento.

La noticia comenzó a circular y por todos fue conocido que se había descubierto un colmillo de mastodonte. Incluso se mencionó que Eduardo Merlo Juárez, arqueólogo del INAH en Puebla confirmó que peritos del Instituto se trasladaron a Acatzingo para verificar el vestigio.

Sin embargo, don Armando comenta que no hay forma de saber qué es porque hasta el momento los arqueólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) no han ido a su casa para verificar qué es el objeto hallado. 

Este viernes, Poblanerías en línea visitó la casa de la familia Romero Tejeda. Nos ubicamos en el patio, donde está la excavación.

En los montes de la arena excavada se encuentra una olla con restos que habían sacado del cuerno, comentan que mientras picaban los restos de la roca se fragmentaban y otros mas se hacían polvo.

La piedra se siente lisa al tacto. Tiene en su formación diferentes colores como amarillo, verde y café pero en todos predomina el blanco.

Tras bajar aproximadamente unos tres metros, llegamos con una especie de cueva en donde habita la roca en forma de cuerno de la que tanto se habla pero que no se sabe con certeza si es el comillo de mastodonte.

Ahí abajo, el ambiente es húmedo, y en ese momento aún se podía sentir la tierra fresca que recubrió por tanto tiempo al cuerno.  Era casi imposible salir de ahí sin que se pegara a la ropa el polvo y la tierra húmeda.

“Lo único que pido es respeto a mi propiedad”

La propagación de la noticia preocupa a don Armando y su familia. Tienen incertidumbre de saber qué es lo que pasará con su patrimonio.

Temen que, cuando lleguen peritos del INAH a investigar, los quieran reubicar y pierdan su casa. No obstante aseguran que colaborarán con lo que sea necesario siempre y cuando se respete su propiedad, su único patrimonio.

Sin embargo, la familia acatzingüeña reconoce que lo hallado tiene un valor incalculable.

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