mexico1La experiencia se replica por doquier. Una casa antigua, imponente, es derrumbada. Sobre sus escombros, un ejército de albañiles acampa unos meses. Levanta un edificio gris, uniforme, con piezas prefabricadas. Una ejecutiva con minifalda se sienta afuera de él, en una mesa de plástico junto al letrero: Departamentos en venta.

Los vecinos duermen mal  durante semanas. Martillazos a las seis de la mañana, retroexcavadoras en sábado y, una vez concluido el edificio, la pesadilla se prolonga: menos lugares de estacionamiento disponibles, el sol que calentaba tu casa se esfuma frente a una enorme pared y un concierto de múltiples ruidos proveniente de 40 nuevos vecinos socavará tus tímpanos.

La ciudad precolombina levantada hace más de 700 años sobre las ruinas de Tehochtitlan está bajo amenaza de perder leyendas, historias y registros de sus antiguos habitantes. Sus palacios son derruidos gracias a la voracidad de los empresarios y la miseria de sus gobernantes.

La arquitecta María Bustamante, presidenta del Fomento Universal para la Difusión Arquitectónica de México, estima que en el Distrito Federal existen alrededor de 100 mil edificios y casas de estilos barroco, barroco-californiano, art déco y art nouveau; de ese total, al menos 6 mil inmuebles con valor artístico peligran, están abandonados y en camino a su desaparición (Publimetro 31 de enero de 2013).

Santa María la Ribera, la colonia más antigua de México, es ejemplo de este fenómeno. Inaugurada en 1861 sobre la antigua hacienda de la Teja, actualmente parece territorio de nadie. El escritor Héctor de Mauleón la describió en un artículo titulado Santa María la Ribera en ruinas (El Universal, 23 de abril de 2013):

Mugre, basura, polvo, informalidad, hacinamiento y destrucción. La escena se repite en cada esquina de ese barrio inigualable. Aquí y allá hay puertas clausuradas, muros que se caen a pedazos, hilachos de cortinas que asoman por ventanas en las que ya no existen vidrios y que se agitan bajo el viento como pañuelos que despidieran a alguien”.

Qué decir del Conjunto Urbano Nonoalco Tlatelolco, proyectado en 1949 por el urbanista mexicano Mario Pani, quien elaboró el plan maestro de Ciudad Universitaria. Hoy destaca por cuarteaduras, edificios abandonados, estacionamientos convertidos en cuna de indigentes. Por las noches se pinta tétrico.


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No escapa el zócalo de la Ciudad de México. La Autoridad del Centro Histórico reconoce que existen al menos 400 edificios abandonados (El Universal 6 de septiembre de 2013).

El temblor del 85, sucesiones intestadas y la falta de capital de sus dueños originales provocaron que al menos 12 mil inmuebles de la ciudad presenten riesgos estructurales. Éstos se concentran en la delegación Cuauhtémoc, donde existen cerca de 800, particularmente en las colonias Centro, Juárez, Roma Norte, Roma Sur, Santa María la Ribera y la zona de Tlatelolco, de acuerdo con Arlette Salyano, directora de Protección Civil de la delegación (Milenio 19 de septiembre de 2013).

El ex templo de San Lázaro, construido en 1572 y ubicado en la zona de La Merced, ahora está en ruinas, junto con muchísimos inmuebles aledaños.

En cambio, los gigantes de la industria inmobiliaria uniforman la “Vieja ciudad de hierro”, como la bautizó el cantautor Rodrigo González, padre del Movimiento Rupestre. Sobre de ella se construyen decenas de nuevos edificios, todos ellos idénticos entre sí: grises, con diminutos balcones, estacionamiento subterráneo, y medidas diminutas que contrastan con sus millonarios precios.

En el ensayo La encrucijada de los servicios urbanos en las ciudades mexicanas: entre cobertura y calidad, contenido en el libro Ciudades mexicanas. Desafíos en concierto, publicado por el Fondo de Cultura Económica, el profesor del Centro de Investigación y Docencia Económica, Rodolfo García del Castillo, advierte al respecto:

(…) Un caso ilustrativo es la acelerada y caótica creación de vivienda que puede crearse al ceder a las presiones de los desarrolladores formales o por el crecimiento irregular generado por las condiciones de marginación, propiciado por intereses políticos de partidos, organizaciones no gubernamentales y movimientos sociales urbanos. En ambos casos, la consecuencia es una mayor exigencia de servicios públicos para estas zonas, sin que se cuente con la capacidad o los recursos necesarios para solventarla, o sin que esté considerada en los planes de desarrollo urbano”.

El 23 de abril de 2013, la revista Proceso publicó el reportaje titulado “El DF, paraíso de las inmobiliarias”, en el que apuntaba que la Ley de Desarrollo Urbano de 2010, alentada por Marcelo Ebrard, abrió las puertas al desmedido mercado inmobiliario. En consecuencia, reflexionó Josefina MacGregor, doctora en Historia por la UNAM, se desató “un mercado inmobiliario de locura que abrió las puertas para que las empresas inmobiliarias operen como ellas quieren. Es una ley a favor del inmobiliario, no del ciudadano”.

Tan sólo en la zona de San Ángel se han consignado 45 reportes por construcciones irregulares. La Procuraduría de Ambiente y Ordenamiento Territorial (PAOT) recibió en 2011, un año después de la aprobación de la citada ley, 2 mil 501 quejas, superior a las mil 471 enviadas el año anterior. Los primeros lugares de incidencia fueron Álvaro Obregón (115), Cuauhtémoc (98), Benito Juárez (81), Coyoacán (70) y Miguel Hidalgo (61).

La periodista Marcela Turati refleja el infierno que sufren los vecinos de las colonias Granada, Ampliación Granada, Irrigación, Anáhuac y Anzures, con los 4 mil nuevos habitantes que llegaron al ahora llamado “Nuevo Polanco”, un proyecto del magnate Carlos Slim:

A la anciana Gonzala Guzmán la luz del sol le dura hasta las tres de la tarde. A partir de esa hora su casa le llega la noche anticipada y al pasillo de la cerrada donde vive lo cubre una sombra. ‘Ora así… harto frío por estos edificios que hicieron bien altos. Parece que va a oscurecer a las tres de la tarde’ se lamenta afuera de su casa”.

¿Será que la riqueza arquitectónica de la ciudad de México quedará sepultada por los grandes consorcios inmobiliarios? ¿Los rascacielos arrasarán con la historia de la era de oro? ¿Nuestros sucesores no conocerán más que en libros, fotografías o testimonios de terceros Santa María la Ribera, Tlatelolco y la Merced?

En el artículo México: la marca de sus ciudades, el investigador Enrique Cabrero Mendoza ofrece un acercamiento para responder esas interrogantes: “Las ciudades actuales transitan por una era neoliberal que tiende a nulificar la intervención estatal en la ordenación del territorio y eso ha llevado a la peligrosa inacción de los cuerpos públicos frente a situaciones de, por ejemplo, privatización o apropiación segmentada del espacio público”.

Estamos en tiempos en que todo es privado, fraccionado. Lo que huela a viejo es borrado ante la urgencia de adquirir, de estrenar. Los pobres sólo tienen cabida en las periferias y los ricos pagan en dólares por el nuevo desarrollo inmobiliario de moda. Tal vez sea el fin de la ciudad de México, o al menos, de como la conocemos hasta ahora.