La débil línea que divide lo público de lo privado sin duda ha quitado el sueño de políticos, empresarios, líderes de sindicatos, farándula y lo que se acumule.
Estamos viviendo los efectos de la tecnología en su máxima expresión; fotos, videos, conversaciones telefónicas, chats pueden convertirse en el nuevo escándalo mediático que se viralice en las redes sociales y catapulte o destruya carreras políticas, aspiraciones, trayectorias periodísticas y todo lo que se desprenda de estar expuestos en un verdadero big brother de la vida real.
Los protagonistas de éstos escándalos, -sujetos públicos en su mayoría- suelen olvidar una máxima imperdonable que debiera ser el catecismo en sus cuartos de guerra: “En un personaje público, lo privado deja de serlo para asumir el riesgo de convertirse en público en el momento menos esperado”.
El espionaje abierto e ilegal que se practica en México por diferentes actores de las esferas del poder, alienta aún más, la vulnerabilidad de estos personajes que como verdaderos actores de reparto, en algún momento cometen el error de esperar la caída del telón, para convertirse en el “Calígula” de la cinta y dejar aflorar los excesos.
Quienes inocentemente aún dan argumentos quebrantables como: “Es mi vida privada”, “Fue fuera de mi horario laboral”, “Me pusieron una trampa”, aún viven en el pasado de las viejas justificaciones donde no había redes sociales y podían “matar el tema” con dinero, prebendas o negociaciones que los hacían salir del paso.
Presidentes municipales, diputados, senadores, gobernadores, empresarios, líderes obreros, periodistas y muchos otros personajes han sido protagonistas de todo tipo de historias que no son recientes, pero que hoy han saltado al escenario del escrutinio, gracias al impacto, movilidad y penetración que las redes sociales tienen en la población.
En una semana, en México hemos sido testigos de la crudeza real de los actos de quienes ostentan cargos de elección popular como los diputados panistas.
Palpamos ese doble discurso de los hombres de la moralina que abanderan las familias bien avenidas y que al primer descuido nos muestran que su escala de valores es como la de muchos otros que no necesitan ocultar con la hipocresía de la “rectitud”.
Asimismo, escuchamos a uno de los periodistas más influyentes en México, una de las caras del famoso Teletón de Televisa, exhibido y ventaneado en su máxima expresión, en conversaciones telefónicas explícitas con su amante.
Dicen que la decadencia en la lucha por el poder se exhibe cuando se recurre no a las guerras sucias, sino a las de lodo, que pueden enterrar en el pantano de la derrota a quienes las protagonizan.
¿Cuántas historias más quedan por evidenciar? A caso presidentes municipales que practican la violencia intrafamiliar, encuentros extramaritales entre mujeres en altas esferas del poder, mails románticos y lujuriosos de funcionarios que ni de chiste saltarían del clóset, nuevos videos, nuevas orgías.
Es el juego del poder, la hoguera de las bajas pasiones donde quienes están en el fogón deben entender que siempre estarán bajo el riesgo de alguna quemadura o por lo menos alguna que otra tiznada.