Este domingo, tuvo lugar la marcha por la paz y la dignidad en Puebla. Congregó alrededor de seis mil personas, que caminaron desde las Ánimas hasta el zócalo de la ciudad.

Entre los manifestantes, estuvo Elia Tamayo, madre de José Luis Alberto Tehuatlie, el menor de 13 años que murió tras recibir el impacto de un proyectil en el desalojo de la manifestación sobre la autopista Puebla-Atlixco, el pasado 9 de julio.

CRÓNICA

15MarchaDelSilencioElia Tamayo camina cobijada por 30 (tal vez un poco más) de los suyos, la gente de San Bernardino Chalchihuapan y rodeada por los miles que exigen la desaparición de poderes en el estado y respuesta a demandas tan diversas como puede ser cada región de Puebla.

Pero aún con los seis mil que –al final– se han unido a la protesta para exigir la renuncia de Rafael Moreno Valle Rosas, el rostro de esta mujer deja ver la inmensa soledad que siente su alma.

Siempre escoltada por su hija, la mirada de las mujeres también permite adivinar la incredulidad de ambas hacia todo lo que han vivido desde aquel trágico 9 de julio, en la autopista a Atlixco.

Tal vez por eso Elia prefiere andar con la vista perdida o quizá porque en la que se ha llamado “marcha por la paz y la dignidad”, la foto de José Luis Alberto, su hijo, se aparece una y otra vez, con la cabeza ensangrentada y un gesto de dolor.

Marcha de organizaciones y políticos

Pero los pobladores de Chalchihuapan no son los únicos que protestan, tampoco son el contingente más numeroso.

Delante de ellos, más de una decena de organizaciones sociales, sindicatos y agrupaciones políticas caminan y exigen que el gobernador deje su puesto; porque, afirman, ha incumplido con las expectativas de quienes votaron por él.

Muchos van vestidos de blanco, como se ha convocado; pero lo que no se ha respetado es hacer una caminata silenciosa por el “luto” que, dicen, vive la entidad.

Las consignas suenan de tiempo en tiempo. Mientras unos arman frases como “Puebla no quiere virreyes, lo que quiere es la desaparición de poderes”; otros, simplemente recurren al famoso “Eh, ¡Puto!”.

Como muchos adelantaron, la caminata que ha iniciado en el estacionamiento de Galería Las Ánimas y terminó en el Zócalo, no pasa sin la presencia de políticos locales y nacionales que aprovechan para salir en la foto y criticar a la administración estatal.

Gerardo Fernández Noroña, Ana Teresa Aranda, Gabriel Hinojosa Rivero y Geraldine Gonzáles de Garza son sólo algunos de los que se han más visibles, junto con los militantes de Morena y de la Izquierda Democrática Nacional.

Juntos pero no unidos

Luego de dos horas de marcha, vigilada por un par de notarios, observadores de la Comisión de los Derechos Humanos y gente de la Secretaría General de Gobierno (SG), cada grupo llega al primer cuadro de la ciudad y justo en ese momento, se hace notorio que todos caminan juntos; pero que cada quién protesta por su lado.

Los contingentes se separan. Morena se agrupa bajo el asta bandera, donde Fernández Noroña afirma que si los poblanos se unieran, serían capaces de quitar al gobierno local actual y cataloga de insulto, los peritajes hechos sobre el caso Chalchihuapan.

Por su parte, un grupo campesino está a un costado de la fuente de San Miguel, otra asociación queda frente a la entrada del Palacio Municipal y los sindicalizados, mejor optan por irse.

37MarchaDelSilencioNo venderé a mi hijo

El grupo de Chalchihuapan –mientras tanto– espera sobre avenida Reforma y cuando algunos de los manifestantes se han retirado, decide rodear el zócalo para subir a la fuente de San Miguel por la 3 Oriente.

Son apenas una treintena; pero acaparan la atención de la prensa, lo que aprovechan Roxana Luna y Violeta Lagunes, que no pierden la oportunidad de estar junto a Elia Tamayo y su familia.

Los pobladores están de luto y se lo recuerdan a la concurrencia con un minuto de silencio que sólo se rompe gracias a la caída de agua de la fuente.

Con la catedral al fondo y apoyada apenas con un megáfono, la madre de José Luis Alberto se decide a tomar la palabra. Agradece a quienes la han acompañado en su propio viacrucis.

Trata de permanecer tranquila; pero su voz se corta cuando asevera que Rafael Moreno Valle prometió cuidar a los niños y no lo hizo.

“Hoy fuimos nosotros; pero mañana podría ser alguien más, alguna comunidad más”, alcanza a declarar y sostiene que por esa razón, ha decidido no aceptar nada que provenga de la administración estatal.

Sería como vender a mi hijo y no voy a vender a mi hijo”, sostiene.

Es poco lo que puede agregar, apenas puede mantener el temple para hablar tranquila y una vez más, agradece el apoyo. La concurrencia le responde con aplausos.

Elia vuelve a perder la mirada, prefiere abstraerse y oír sin escuchar mientras el dueño del megáfono lee una serie de peticiones para el gobierno, tal vez porque nada de eso, nada de lo que pueda hacerse o decirse le devolverá a su hijo ni mitigará la soledad que su mirada ya no puede contener.

GALERÍA

 Texto: Guillermo Castillo
Fotografía: Joel Merino