Cuando Porfirio Díaz estaba en la cúspide de su poder la prensa norteamericana no cesó de elogiarlo por sus “audaces reformas”: era el hombre que había tenido la audacia de “llevar a México a los tiempos modernos”. Era un gran líder, un progresista exitoso, un hombre de mundo y una persona de gran influencia y cultura.

El New York Times le dedicó varios reportajes, en uno de los cuales se señalaba: “Ninguna persona bien informada puede hablar de Porfirio Díaz sin elogiarlo en frases generosas… Líderes de Estados Unidos y Canadá reconocen su trabajo… Ha creado una gran nación prácticamente de la nada… Señor presidente, el pueblo de los Estados Unidos siente que el mundo le debe este gran cambio a usted. Están agradecidos y se regocijan de la prosperidad de México” (Vid. Godoy, J. 1910, Porfirio Díaz of Mexico; The Life and Work of the Master. The New York Times).

Algo semejante sucede –guardando las distancias– con los elogios que los medios informativos estadounidenses prodigan al presidente Enrique Peña Nieto: éste es el gran modernizador, el hombre que decidió acabar con el viejo sistema corporativo, el líder que decidió impulsar las reformas estructurales que necesitaba México para ingresar al primer mundo, etc., etc.

Pareciera, en ese sentido, que la historia se repite: entre el porfirismo y el neoliberalismo hay una línea de continuidad asombrosa. No es de ningún modo casual que en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari se haya emprendido un gran esfuerzo encaminado a reivindicar la imagen del político oaxaqueño.

Una de las pocas voces –si es que no la única—que  se atrevió a romper con la visión idílica del porfiriato fue el periodista John Kenneth Turner, con su ensayo México Bárbaro, escrito en 1908.

Ahí observó que, a pesar de que México era una nación que contaba con procedimientos democráticos y una Constitución, era en realidad un país en donde la ilegalidad dominaba en todos sus confines, comenzando por el propio Gobierno: un país sin libertad política, sin libertad de palabra, sin prensa libre, sin elecciones libres, sin sistema judicial, sin partidos políticos, sin ninguna garantía individual, sin libertad de conseguir la felicidad”.


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Lamentablemente en la actualidad –hasta donde llega nuestra información–  no existe en los Estados Unidos un periodista como el citado que decida romper con el mito de “los avances” experimentados por México durante los gobiernos neoliberales.

En ese sentido, reviste una gran importancia la conferencia que expuso antier Andrés Manuel López Obrador en la Universidad de Columbia,  Nueva York, en la que subrayó los paralelismos y semejanzas entre el México de Porfirio Díaz y el México de Enrique Peña Nieto.

En México no hay democracia… es una dictadura simulada”, una que gira en torno a “la misma mentira que durante el porfiriato”, donde se subastaron los recursos naturales del país, incluyendo el petróleo, las tierras de cultivo, y se vendieron los ferrocarriles y más a las empresas extranjeras (…) El llamado neoliberalismo es neoporfirismoNos regresan al pasado para quitarnos el futuro” (La Jornada, 15 de octubre de 2014)”.

Acompañado por John Coats-worth, vicerrector de la Universidad de referencia, e historiador especializado en México, y por el director del Centro de Estudios Mexicanos, Claudio Lomnitz,   López Obrador desmitificó la imagen que Peña Nieto pretende sembrar en el exterior, señalando que el régimen político “está podrido”, debido principalmente a la corrupción, misma que “es integral a la aplicación del neoliberalismo que está despojando las riquezas del pueblo y de la nación para beneficio sólo de unos cuantos”.

Y agregó:  “La deshonestidad en el actual periodo neoliberal no tiene precedente”…“Se ha implantado como modus operandi el robo de los bienes del pueblo y de las riquezas de la nación” (…)“La corrupción se ha convertido en la principal función del Estado (…) un pequeño grupo ha conquistado todos los poderes y mantiene secuestradas las instituciones públicas” para sus propios intereses, lo cual ha llevado al “saqueo más grande en la historia del país” (La Jornada, Ibid.).

Afirmó que el régimen es sostenido por dos cosas: los grandes medios de comunicación  y “la compra del voto”, y sin eso se desplomaría. Y agregó, no sin ironía, que mientras en los Estados Unidos consideran a Peña Nieta como un estadista de talla mundial, en México está reprobado por la opinión pública.

No sabemos si AMLO hizo referencia a la masacre de Ayotzinapa, Guerrero, como un ejemplo de las atrocidades que imperan en nuestro país, pero lo cierto es que tal hecho tiene que ver precisamente con el nuevo “México Bárbaro” creado por el neoliberalismo.

 

POB/GACC