Una nueva guerra de divisas puede estar muy cerca, pues el sistema financiero global ya presenta algunos síntomas: la economía mundial parece deteriorase, la volatilidad en los mercados persiste y el dólar estadounidense gana terreno no solo frente al peso mexicano, sino ante divisas fuertes como el euro y el yen japonés.
Los integrantes del Grupo de los 20 (G20) han expresado sus temores por una nueva guerra de divisas, es decir, que las autoridades monetarias de diversos países deprecien las monedas locales para que sus economías sean más competitivas. Estos ajustes no son deseables y aunque los países no hablan de depreciaciones competitivas, sus políticas monetarias llevan directamente a esa situación.
La zona euro tiene la capacidad de mantener su política monetaria, aún puede seguir con tasas de interés bajas a pesar de lo que hará la Reserva Federal (subir tasas) y esto automáticamente deprecia su moneda.
El estímulo europeo eleva los flujos internacionales a pesar de que las expectativas comerciales no son muy alentadoras. A mediados de septiembre la Organización Mundial del Comercio (OMC) recortó su estimado para el crecimiento del comercio global a 3.1% desde 4.7%.
El Banco Central Europeo (BCE) mantiene su principal tasa de interés en casi cero y ejecuta planes para comprar activos y bonos con el fin de inyectar dinero a la economía. Estas operaciones le restan atractivo al euro frente a otras monedas.
Las últimas medidas que ha instrumentado Mario Draghi (el presidente del BCE) indican que la política del Banco más que apoyar a la economía está enfocada a debilitar al euro para volver a las exportaciones más competitivas.
En solo dos meses el euro y el yen han perdido 4% frente al dólar estadounidense, y el Fondo Monetario Internacional (FMI) recortó sus expectativas de crecimiento para la zona euro y Japón para este año.
Es difícil argumentar que quieren depreciar, pero uno de los efectos de estas políticas monetarias es la presión que generan sobre las divisas. Como un efecto secundario no se descartan más medidas de este tipo.
¿Y México?
En el mercado cambiario mexicano, el peso se ha depreciado 2.39% frente al dólar en los últimos dos meses. Esta cotización interbancaria alcanza sus peores niveles en los últimos dos años, lo que podría favorecer temporalmente a exportadores nacionales de manufactura.
No obstante, de permanecer este efecto por mayor tiempo, se corre el riesgo de un freno en las ventas externas por la falta de compradores y de posibles presiones inflacionarias en el mercado interno.
De acuerdo con los especialistas, la dinámica de las exportaciones mexicanas está más relacionada con el estado de salud de la economía estadounidense que con un dólar caro. De nada sirve que el tipo de cambio se vaya a 15 pesos si nadie compra. A los exportadores les conviene una mejor economía en Estados Unidos.
POB/GACC