En el día a día de nuestras vidas, siempre aprendemos algo nuevo que nos alecciona y hace que corrijamos el rumbo o sigamos en el camino errado. El aprendizaje es esa cosa intangible y parte medular para los seres humanos que nos hace ser quienes somos o como queremos llegar a ser en un futuro no muy lejano.

El futbol, como la vida, enseña a sobremanera diferentes vertientes que aplicadas a nuestro existir, son de gran utilidad para forjar la personalidad y el carácter.  Tan indispensables ayer, hoy y mañana para enfrentar los obstáculos y vicisitudes de nuestro convulso y querido México.

El capítulo vivido la noche de domingo en el estadio Azteca quedará marcado en los anales del equipo ahora más ganador del futbol mexicano. El América ha conseguido su título número doce con TOTAL justicia ante unos Tigres que hoy escudan en atracos arbitrales la manera ratonera y timorata de plantear la final de vuelta aun con el marcador en contra.

A pesar de que las palabras: América y Arbitraje siempre estarán vinculadas con un lazo casi inquebrantable, es justo analizar el desempeño del hoy crucificado Paul Enrique Delgadillo.

En la tarjeta roja de Burbano, no hay discusión, rebasado por el velocista Miguel Layún, tuvo que evitar el mano a mano con Nahuel Guzmán y un 3-0 que al final de cuentas se acabaría dando.

La roja directa de Damián Álvarez, bien sacada, la regla dice que dar o intentar dar es para sancionar al jugador, la “chilindrina” le dio una patada al joven Alvarado e intentó darle un derechazo, más claro ni la misteriosa agua que me cayó en la cabeza luego del segundo gol americanista.

La tercera expulsión, injustamente justa. Nahuel Guzmán se cansó de hacer tiempo en la primera parte, increpó en el medio tiempo a Mohamed y Delgadillo. Pateó de mala lid a Arroyo cuando la jugada estaba invalidada, se encargó de llenar el buche de piedritas y ahí las fatídicas consecuencias dejando a su equipo con ocho futbolistas en la cancha.

Después de este sesudo y bien pensado análisis periodístico antes que fanático, toca compartirles los aprendizajes que he tenido a lo largo de los últimos seis meses con el ahora autoproclamado: “Más grande”:

De Moisés Muñoz, aprendí que no importa cuán criticado seas por tu estado físico, si trabajas fuerte y te preparas adecuadamente, NADIE se interpondrá en tu camino.

De Osmar Mares, aprendí que con entrega y determinación los noventa minutos, puedes suplir tus defectos o debilidades las veinticuatro horas los siete días de la semana.

De Paul Aguilar, aprendí que no debes hablar, bien o mal, de alguien a sus espaldas. Hay cosas que debemos guardar para mejor ocasión y sobretodo ser prudentes en el momento de decirlas.

De Paolo Goltz y Pablo Aguilar, aprendí que los errores defensivos cometidos son para convertirse en aciertos ofensivos traducidos en goles. Por cada error, debe haber un acierto.

De Jesús Molina, aprendí que en cada cosa que hagas, dejes el alma en ello y que hasta el último día que defiendas a tu institución, empresa o equipo, lo hagas como el primer día. Eso es profesionalismo.

De Osvaldo Martínez y Luis Mendoza, aprendí que aunque las responsabilidades encomendadas te superen, el hambre de triunfo y éxito lo pueden todo.

De Michael Arroyo, aprendí que no importa si durante el trayecto no correspondiste a las expectativas si a la hora buena, en el momento bravo, vas a dejar a todos con la boca abierta. Abriste la llave en el momento exacto.

De Rubens Sambueza, aprendí que ningún malestar físico importa cuando tus ganas y carácter son más grandes que el dolor.

De Oribe Peralta, aprendí que el bien común se antepone al bien personal. Ayudar a los demás antes que a ti mismo, así se mide la grandeza de las personas.

Del admirado capitán Miguel Layún, desde hace mucho tiempo, aprendí que la actitud siempre va antes que la aptitud. El carácter antes que el talento y el corazón antes que la capacidad. Un ejemplo de vida y sobretodo una mentalidad envidiable la del “capitán América”.

De ti, Antonio Mohamed, es de quien más he aprendido las últimas semanas. Aprendí que en los malos y buenos momentos, siempre hay que dar la cara, hablar de frente y con total transparencia. Tener dignidad como tú la tienes, por más complicado que luzca el panorama entregar buenas cuentas a los señores de pantalón largo y que el trabajo cuando es constante y bien encausado, siempre tendrá frutos que recoger.

Y de ti, aficionado Americanista, aprendí que no es fácil irle a este equipo, no es fácil ver siempre minimizados tus éxitos y no es fácil ser envidiado por lo que eres y lo que todos aquellos no son.

Felicidades América, felicidades campeón. Hoy eres el equipo más ganador de este país y lo has hecho, porque has trabajado para ello y porque lo has merecido a toda ley, aunque a muchos les cueste aceptarlo, ni hablar.

Dicen que el sabor de la envidia es amargo y agrio. El sabor de la victoria, es simplemente indescriptible. Hagas lo que hagas América, siempre habrá personas disfrazadas de peros y eso lo sabes bien pues al final de cuentas, yo del América, siempre aprendí algo.

@tonysanchezcam

 

POB/GACC