En la víspera del 4º Informe de Gobierno de Rafael Moreno Valle, se asoman imágenes de la Puebla que vivimos y de la Puebla que queremos.

Imposible ocultar el cambio. Ya es el principal destino turístico sin playa de México; el promedio de ocupación hotelera ha crecido hasta tres noches per cápita. Son cerca de 10 mil habitaciones de hoteles que ofrecen sus servicios y esperan al visitante; el crecimiento se ha dado en los últimos tres años.

Más de 12 millones de visitantes, en el 2014 lo atestiguan.

El Coneval, reconoce el avance en contra de los niveles de pobreza en Puebla. El esfuerzo es permanente y las cifras lo demuestran. El acceso a los servicios de salud, la Cruzada Nacional contra el Hambre y la evaluación de las medidas para el combate a la pobreza son variables que han sido atendidas por el gobierno de Rafael Moreno Valle.

Puebla no es el paraíso. Falta mucho por hacer y combatir el rezago no es fácil ni sencillo. Pero ha mejorado y crecido.

La Puebla de los Ángeles es terrenal y por ella han pasado personajes de talla mundial. Y siempre ha concitado a la polémica y la contradicción.


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Es espacio para la confrontación y la diferencia.

Alexander Von Humboldt en 1803, la Marquesa Calderón de la Barca en 1839, Melchor Ocampo en el mismo año, Guillermo Prieto en 1849, Manuel Toussaint en 1948, han registrado opiniones encontradas sobre la tangible y concreta Puebla.

Eso por sólo mencionar a cinco de los cientos de escritores, políticos, intelectuales, militares, que han registrado en la historia lo que Puebla ha provocado ante sus ojos, y de los cuales tengo registro.

Rescato cuatro opiniones encontradas:

La Marquesa Calderón de la Barca refiere que Puebla exhibe “Su extremada limpieza, comparada con México es sorprendente. A este respecto es la Filadelfia de la República: calles anchas, bien pavimentadas; grandes casas de dos pisos, muy sólidas y bien construidas; magnificas iglesias; agua en abundancia…”.

Melchor Ocampo escribió, “… la más hermosa que conozco después de México…”. Mayer Brantz refirió: “Mis impresiones de Puebla (al compararla ahora con México) son muchísimo más gratas que las de la capital. Doquiera se advierte limpieza y aseo. Las calles son anchas, bien pavimentadas con piedras planas, y parecen pulcras y limpias…”.

Cómo no recordar aquel telegrama lapidario de Ignacio Zaragoza, del nueve de mayo de 1862 al ministro de la Guerra, que entre otras cosas decía: “Qué bueno sería quemar a Puebla. Está de luto por el acontecimiento del día 5. Esto es triste decirlo, pero es una realidad lamentable.”

Esa es la historia y poco diferente a la realidad actual.

Puebla ha crecido y se ha dimensionado en la actualidad. Sus habitantes son testigos. Tuve la oportunidad de Pasear dos noches por los Fuertes de Loreto y Guadalupe en pleno diciembre; miles de poblanos, familias enteras, se recreaban hasta altas horas de la noche. Los cerros y sus fuertes; los nuevos proyectos, son disfrutables.

Invitan. Enamoran. Seducen.

Puebla es otra.

Y hay que registrarlo.

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