¿Cómo detendremos la proliferación
de “niños bomba”?
Abel Pérez Rojas

No es suficiente considerar a los niños como blancos premeditados e intencionales en los países sumergidos en la violencia, pues esta semana un suceso horrendo nos hizo percatarnos que los menores están siendo usados como armas mortales, convirtiéndose con ello en una variante extrema de los atentados terroristas.

El pasado fin de semana el grupo Boko Haram usó a tres niñas, de alrededor de 10 años, en dos atentados en mercados de Nigeria. El acto sin escrúpulos arrojó alrededor de 20 muertos y una cantidad mayor de heridos. Según el decir de los testigos los terroristas colocaron chalecos explosivos a las menores, quienes fueron las primeras en fallecer.

A veces el uso de niños como portadores de explosivos se convierte en una práctica habitual de tal manera que a cierto sector de menores de zonas en conflicto se les denomina “niños bomba”.

Por ejemplo, en Afganistán y Pakistán se cuenta con reportes de “niños bomba” que son elevados a la categoría de mártires en la yihad. Su destino se determina por haber sido raptados, o bien cuando son entregados por sus familias voluntariamente o “vendidos” para tal fin a los grupos extremistas.

Es tal la frecuencia del uso de “niños bomba” que en Internet circulan algunos videos con juegos que sirven como dinámicas de adoctrinamiento, y que son empleados en el entrenamiento terrorista, de tal manera que esta formación se reviste de cierto carácter lúdico que aunado a componentes religiosos desarman racionalmente a los niños reclutados.

Desgraciadamente, el uso de niños para la comisión de atentados simplifica su labor a los terroristas. Porque estamos hablando de seres humanos que por motivos de su corta edad no ofrecen resistencia a la coerción o adoctrinamiento. Por otra parte, su aparente estado de fragilidad es propicia para despistar a los adversarios y cruzar las filas enemigas.


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El uso de niños como portadores de explosivos podría parecer una situación alejada de la realidad latinoamericana, pero no es así. En mayo del año pasado en Colombia presuntamente dos niños fallecieron cuando fueron usados para arrojar explosivos a un grupo de policías que se encontraba jugando en una cancha de futbol.

El acto anterior recordó un inmediato antecedente también en Colombia cuando en Charco, Nariño, un niño de 12 años murió cuando explotó su bolso en el cual cargaba diez kilogramos de explosivos.

Como es de suponerse, en ciertas zonas de conflicto, los niños están siendo objeto de maltratos y vejaciones por la posibilidad de que se trate de “niños bomba”.

No cabe duda de que estamos frente a formas aberrantes de agresión a la infancia y que las secuelas de dichas prácticas no se borrarán en el corto plazo, pero sí pueden retomarse como aleccionadoras de lo que debemos evitar en países que aún no hemos vivido esa pesadilla ¿o no?

Abel Pérez Rojas (@abelpr5) es doctor en Educación Permanente. Dirige: Sabersinfin.com.

 

POB/GACC