La salvaje agresión que sufrieron el domingo pasado los jóvenes del Colectivo Universitario de Educación Popular (CUEP) ha despertado una profunda indignación en la sociedad civil poblana.
¿Qué necesidad había de llegar a tales extremos de violencia contra dichos universitarios, que no buscan otra cosa que contribuir al acceso a la educación superior de miles de jóvenes de escasos recursos? Se preguntan miles de nuestros conciudadanos.
La agresión de referencia fue presenciada por la policía municipal sin que metiera las manos, arguyendo que no quiso intervenir en una “pugna interna” entre grupos estudiantiles.
¡Vaya argumento tan rupestre!… Suponiendo –sin conceder—que así hubiese sucedido, ¿no tenía la fuerza pública la obligación de intervenir para evitar cualesquier tipo de enfrentamiento? Pero se limitaron a observar los hechos, de manera similar a como sucedió con el ejército en Ayotzinapa. Sería conveniente, al respecto, que las autoridades municipales difundiesen los videos de las cámaras instaladas en el Zócalo, con el objeto de analizar los detalles de lo sucedido.
La interrogante que flota es la siguiente: ¿quién ordenó la agresión, y qué grupo o grupos paramilitares la protagonizaron? Y decimos esto por la forma y la saña con que procedieron los golpeadores: difícilmente estos pudieron provenir de otro ámbito.
En contrapunto habría que preguntarse: ¿qué se pretendió con tal salvajada?
Todo parece indicar que se trató de una maniobra enderezada a desprestigiar a las autoridades universitarias, situación que evidenciaron los golpeadores al gritar una y otra vez, mientras lastimaban a los muchachos: “¡ay les va un regalo del rector Esparza!”
Sería conveniente, por esa razón, que el H. Consejo Universitario le exigiese al Gobierno del Estado y a las autoridades municipales que intervengan con el objeto de coadyuvar a localizar de manera expedita a los responsables de la agresión, ya que ésta no pudo sino provenir de grupos paramilitares, enquistados en la fuerza pública, ora estatal o municipal.
Los universitarios no podemos permitir que nuestra institución sea objeto de maniobras de grupos enquistados en el poder político, en aras de generar un ambiente de inestabilidad que beneficie sus intereses.
¡En cuántas ocasiones, a lo largo de la historia moderna de nuestra universidad, no hemos presenciado esas intentonas! Tenemos presente, al respecto, la maniobra que urdió Manuel Olguín de la Llave, el jefe de ayudantes del gobernador Rafael Moreno Valle (abuelo del actual jefe del ejecutivo), quien, con el objeto de golpear y dividir al movimiento de reforma universitaria, apoyó a un grupo de porros encabezado por un individuo al que denominaban La Salerosa, quien se dio a la tarea de atacar a los principales núcleos dirigentes del movimiento.
Lejos de prosperar dicha maniobra, por el contrario la misma contribuyó a enardecer la ira de los universitarios, quienes, al constatar el interés del gobierno por meter las manos en la vida interna de la institución, decidieron vincularse con otros sectores sociales afectados por las medidas represivas del gobierno, abriéndole paso a un fuerte movimiento que provocó la caída del general Moreno Valle en 1971.
Lamentablemente, al parecer, la historia de repite. El gran problema es que hoy el país atraviesa por una situación sumamente delicada, debido a la crisis propiciada por la masacre de Ayotzinapan.
En ese sentido, nos parece totalmente legítimo que los universitarios salgamos a la calle a exigirle a las autoridades frenar de una vez por todas las intentonas encaminadas a crear un ambiente de inestabilidad en nuestra casa de estudios.
Mientras tanto, aplaudo la decisión del rector Alfonso Esparza Ortiz de nombrar como director de Comunicación de la BUAP a José Carlos Bernal, individuo que conoce a fondo los laberintos del poder en Puebla.
Éste, a diferencia de su predecesor en el cargo, puede emitir pronunciamientos más enérgicos y contundentes contra las agresiones que han sufrido diversos contingentes de universitarios por parte de la fuerza pública, mismas que buscan -reiteramos– generar un ambiente de inestabilidad encaminado a desprestigiar a las actuales autoridades de nuestra casa de estudios.
POB/GACC