La discriminación racial, arraigada en prejuicios muy antiguos que argumentan que el tono de piel o la etnicidad implican inferioridad o superioridad de una persona respecto de otra, pueden revertirse con educación, consideró Jorge Enrique Linares Salgado, director del Programa Universitario de Bioética (PUB) de la UNAM.Discriminación

En un comunicado, expuso que este fenómeno social puede revertirse además si se propician vínculos empáticos entre individuos de diferentes orígenes y orientaciones, pues ello favorece la integración de la diversidad y la otredad a partir de la experiencia propia.

A propósito del Día Internacional para la Eliminación de la Discriminación Racial, que se conmemora este 21 de marzo, aludió a la prevalencia del racismo en este siglo, caracterizado por la globalidad y la información genética.

Aunque es absurda, la discriminación racial perdura porque es una forma de utilizar el poder de los grupos dominantes que están en la jerarquía más alta en la sociedad. Se ejerce esa presión y segregación contra grupos minoritarios y más vulnerables”, explicó.

Tanto en Europa como en América, la segregación racial contra las personas de origen africano que fueron esclavizadas se ha perpetuado durante siglos (ésta ha sido la minoría más grande en EU y no gozó de derechos civiles hasta el siglo XX).

Poco a poco esa comunidad ha ganado reconocimiento y respeto, pero ha costado mucho tiempo y luchas cruentas de varias generaciones para vencer la discriminación y conquistar sus derechos civiles”, dijo.

En el pasado, destacó, el racismo también se mezclaba con miedo y desconfianza porque se consideraba que la persona de otra etnicidad tenía enfermedades o características peligrosas. “Ese argumento es falso e imaginario, pero permeó en sociedades de varios países”, dijo.

El experto puntualizó que la idea de rechazo y miedo al otro se contrapone con la concepción moderna de los derechos humanos y con las ciencias de la vida.


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Y es que, explicó, gracias a ellas sabemos que la humanidad es homogénea y no existen razas ni diferencias biológicas fundamentales entre un grupo y otro, sino poblaciones que se distribuyeron a lo largo de la geografía y se adaptaron a distintos ambientes.

Destacó que en México la principal discriminación aún es contra los indígenas, aunque también existe contra personas de descendencia africana (la llamada tercera raíz, minoritaria ante la mezcla generalizada de indígenas y españoles que dieron lugar a nuestra población actual).

La hay hacia homosexuales, personas de religión no católica e incluso hacia quienes tienen discapacidades físicas o malformaciones. “Por ignorancia, muchos creen que estos grupos padecen alguna enfermedad y deben ser segregados”.

Consideró que para abatir la discriminación se requieren transformaciones morales, que no son tan rápidas como se quisiera, pero se logran impulsar a través de normas sociales y jurídicas. “Funcionan si hay voluntad política de llevarlas a cabo, pero en México no la ha habido”, reconoció.

Una semilla fundamental para modificarnos es la idea de otredad. A partir de entender la diversidad es que podemos convivir y aceptar esas otredades y convivir con ellas, que es el reto más importante. Eso se logra desde la educación de los niños y propicia que gente de diferentes características conviva.

 

POB/BDH