La efervescencia electoral en México, en la víspera del inicio de las campañas rumbo a los comicios federales del próximo 7 de junio, no refleja sólo lo caricaturesco, bizarro y poco serio que para una sociedad altamente lastimada –como la mexicana– tiene que aguantar como un insulto la postulación de actrices, cómicos y deportistas como los próximos aspirantes a ocupar un lugar en el Congreso de la Unión y convertirse en los flamantes diputados que formulen, propongan o corrijan leyes en este país.
Algo más grave ocurre en la realidad de cada región del territorio nacional. La permanencia, sobrevivencia y fortalecimiento de diferentes células del crimen organizado, lanzaron y aceitaron toda su maquinaria para poner en marcha su avanzada que infiltre gente, financie campañas o cobre tarifas por dejar que los candidatos hagan campaña sin temor a atentados o ejecuciones.
Es la nueva realidad del ambiente electoral en un país donde no se ha podido restablecer una reconciliación entre la sociedad civil y los diferentes niveles de gobierno.
Los cárteles del narcotráfico empiezan a repartirse el enorme pastel para meterse de lleno en la política mexicana y empujar con dinero o con violencia, los votos que se emitan en las urnas.
El de hoy es un México diferente; muy pocos creen en el próximo proceso electoral. El abstencionismo y la pulverización del voto, son dos factores que determinarán triunfos y derrotas impredecibles.
“Los señores de la guerra” están listos para fortalecer sus emporios de droga a través de las relaciones con las altas esferas de la política nacional.
Hoy los partidos políticos se han convertido en el blanco perfecto para servir de catapulta y dar cobijo a los “financiamientos” oscuros, que seguro permitirán campañas ostentosas, muy lejos del riesgo de la fiscalización y a la vista de la autoridad electoral que sólo es un débil instrumento para avalar resultados.
México se alista para tener un proceso electoral con las manos del narcotráfico dentro. Candidatos, partidos, operadores, estructuras, no escapan al riesgo de sucumbir a los ofrecimientos de la delincuencia, cuyo poder de maniobra ya no se limita a las estructuras policiacas y militares, ahora están de lleno dentro de la política, donde la rentabilidad de sus financiamientos les garantice llegar por la vía de las urnas a las esferas más altas del poder en México.
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