Nota del editor: Este artículo fue publicado en 2015.
La “casa de los enanos” abrió sus puertas este jueves 4 de junio, la razón: la exposición “ADN” montada por artistas poblanos.
LAS FOTOS
LA CASONA
Eran alrededor de las ocho de la noche cuando Esteban Fuentes de María, Beatriz Posada Alonso, Virginia Priede, Casandra Robredo, Alonso Bautista, Oscar Tufic y Sary Haddad cortaron el listón y dieron la bienvenida a la misteriosa casa, acompañados de Dinorah López de Gali, presidenta del Sistema Municipal DIF y Sergio Vergara, perito del Instituto Nacional de Antropología e Historia.
En el patio, unos cien invitados contemplaron el emblemático edificio ubicado en la Avenida Juárez, que robó la atención y la mirada de todo aquel que pasó por el lugar.
Apenas se cortó el listón, los invitados corrieron al interior de la casa, que es exactamente como se imaginó: una belleza.
En la planta baja se ubica el vestíbulo o recibidor; también hay un espacio para la sala con una pequeña chimenea. Este cuarto fue intervenido por Virginia Priede y su obra textil; Sary Haddad y Oscar Tufic con la música y Casandra Robredo con la talavera.
En cada paso podía respirarse el enigma de la casa. Los techos de cada cuarto tienen un diseño diferente, al igual que las paredes; unas están en color rosa, otras en verde y otras en azul.
Las escaleras que comunican las plantas de la casa son de estilo antiguo y algunas aún conservan una alfombra desgastada. En otras, hay un descanso por cada seis escalones y los techos en esa zona son muy bajos.
Es el segundo piso de la casa y aquí se encuentra la exposición de Esteban Fuentes de María, quien utiliza tres espacios para montar su obra, que se compone de aves y jaulas.
Sobre el mismo piso, al otro lado están los cuadros de Alonso Bautista, quien retrata a unos enanos.
Los barandales y balcones son de herrería, que al pasar los dedos, el polvo se impregna. Los pasillos son de madera, aunque dentro del cuarto, el piso se convierte en azulejo.
En casi todas las puertas hay salida hacia un balcón; algunos tienen un corredor, otros son personales.
Los invitados aprovechan la vista que se tiene al jardín para retratarse.
Los demás cuartos lucen vacíos, con tablas encimadas, en la oscuridad y dan una sensación de humedad. Para seguir ascendiendo por la casa, es necesario atravesar estos espacios.
El sonido de la madera de los pasillos encaminan a tomar las escaleras para llegar al ático; el camino oscuro y estrecho, apenas y podían verse los delgados escalones y se debía tener cuidado para no pegar con el techo.
Luego de un par de jadeos, se llaga a la azotea donde está el ático que corona la casona. Es un espacio amplio con una vista a los techos de las casas colindantes.
En ese patio hay un pequeño lavadero al costado y el ático parece más bien una bodega con tres entradas donde hay cristales rotos en el piso, telarañas y polvo.
En el extremo, en el sótano está la obra fotográfica de Beatriz Posada Alonso. El espacio es amplio pero muy bajo. El sitio luce como cuando una construcción está en “obra negra”; las tuberías de la casa son visibles en el techo. Alrededor hay unas ventanas de herrería por donde se logra observar el jardín.
No obstante, aunque por unas horas fue expuesta, aún queda por descubrir el misterio que guarda la casona más polémica de Puebla. Queda pendiente abrir las puertas para que pueda ser disfrutada por los habitantes de esta ciudad.
POB/LFJ