“Que tu apariencia no me confunda,
y pueda ver realmente quién eres”.
Abel Pérez Rojas.

Innumerables personas son encajonadas por su apariencia. Es el aspecto de las personas lo que les abre o les cierras las puertas de una sociedad que arropa a lo estándar y separa a lo distinto.

¿No le parece que bajo criterios así sale a flote esa fórmula que llevó a la hoguera y al cadalso a miles en la antigüedad por su apariencia?

Más allá de las autolimitaciones mentales ¿qué se puede aprender de una persona que voluntariamente y al extremo rompe con la “normalidad” de la apariencia? ¿Será acaso que una persona que sale de esa “normalidad” nos cuestiona en lo profundo de nuestro ser porque la forma cómo vivimos en realidad nunca la hemos cuestionado?

Ejemplo de ello es Caim MortisEl Diablo Colombiano– quien está considerado mundialmente  como una de las personas que más ha llevado al extremo su modificación corporal y que ha aparecido en múltiples reportajes, entre ellos la afamada serie Tabú de NatGeo.

Hace unos días conversé con él, y pude descubrir grandes cosas, como que Caim no es satánico, pero nuestro tabulador mental por su apariencia lo tacha así.

Es en ese punto tan sutil de la apariencia, de lo que piensan los demás y de la adicción a la modificación corporal donde se mueve Caim.


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Caim sabe que al placer que a él le causa cada nueva modificación se le suma la satisfacción de estar seguro que eso mismo cuestiona a los demás.

La adicción de Caim a la modificación corporal se ve plasmada en gran parte de su cuerpo con  tatuajes, pírsines, escarificaciones –éstas son cicatrices de cortes superficiales de piel- e implantes.

Caim ha logrado en gran medida un aspecto muy cercano a los felinos debido a que se operó la nariz y las orejas para tal fin, por si fuera poco su aspecto se ve acentuado con un tratamiento en los ojos por el cual han tomado un aspecto similar a los llamados pupilentes de petróleo, es decir, los ojos en su totalidad son completamente negros.

Con tal aspecto y debido a los prejuicios, quienes lo conocen inmediatamente lo etiquetan de satánico, pero no es así, o al menos no como lo concibe Caim.

Caim se asume como un creyente de que las fuerzas de la naturaleza están ligadas unas con otras, de tal manera que en el planeta todo está vivo y todo interconectado. Por ello –dice Caim- “me asumo como un pagano amante y respetuoso de la naturaleza”.

He ahí el primer rompimiento de un prejuicio que liga apariencia con satanismo y maldad. Caim no es satánico, pero no le desagrada que le llamen el Diablo Colombiano porque esa es una especie de signo de distinción dentro y fuera de su país de origen que es Colombia.

En realidad Caim y otros más nos cuestionan en la pobreza generalizada manifiesta en la uniformidad de vestir, de convivir y hasta de pensar, pero como el morbo o la descalificación son las primeras barreras que ponemos ante casos como éste, entonces nos privamos de la ocasión de conocer la vida y nuestra existencia desde otro ángulo, algo que por supuesto es peligroso porque cuestionaría profundamente a la Matrix en la cual vivimos. ¿Usted qué opina?

Abel Pérez Rojas (@abelpr5) es doctor en Educación Permanente. Dirige: Sabersinfin.com.

 

POB/BDH