La leyenda es una narración, escrita u oral, que se transmite socialmente; a partir de un hecho real, está aderezada de incontables versiones que la sociedad, la comunidad, empieza a endilgarle como si fueran ciertas.
En una leyenda se incorporan hechos imaginarios, permitidos por el hecho real acontecido, que satisfacen la necesidad social de explicar lo sucedido o de legitimar su conocimiento e información sobre lo realizado.
El Chapo es ya una leyenda.
Sin ánimo de polemizar o sobre dimensionar, al más puro estilo o parangón de los mejores ladrones o malhechores que han habitado este mundo. Que hacen falta y son necesarios para la tertulia y el intercambio verbal.
Que también son bien vistos por la comunidad y sirven para el denuesto y descalificación de la autoridad y el poder.
Entra al club de Robin Hood, Butch Cassidy, Sundance Kid, El Capitán Fantasma, y muchos más.
El Chapo cuenta con el respaldo social. Cuando menos con la simpatía del vulgo. Las voces que se escuchan son de crítica al poder, a la autoridad. De reprobación a los niveles de corrupción e impunidad, viejos y arraigados estigmas en México, por más esfuerzos que hagan las autoridades en declarar.
Imposible estar de acuerdo con la ilegalidad. Pero son peores, ni dudarlo, impunidad, corrupción y abuso de poder.
Pronto, antes de que lo imaginemos, El Chapo será tema de una exitosa película.
Y eso abonará a hacer crecer.
El Señor de los Suelos, El Rey del Túnel, El Amo del Hoyo… es ya patrimonio del común de la gente.
Y no será fácil volver a verlo tras las rejas.
@luisenriquesf
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