Este lunes, la presidenta estatal del PRD y diputada local, Socorro Quezada, anunció que estaba dispuesta a incorporarse al frente que convoca el Movimiento de Alternativa Social (MAS) para frenar los excesos del gobernador del Estado, Rafael Moreno Valle, sobre todo en lo referente a la persecución política a opositores y el impulso a reformas antidemocráticas como la llamada “ley antibronco” (Vid. La Jornada de Oriente, 8 de septiembre de 2015. Nota de Mónica Camacho).

Aplaudo tal postura porque pone de relieve que en el partido del sol azteca aún hay personas capaces de sobreponerse a la miseria política y moral que impera en esa organización, provocada principalmente por el inefable  entreguismo hacia el ejecutivo estatal.

Aunque aclaró que tal postura la hacía a “título personal” –dado que su partido “mantiene una alianza electoral con RMV”–, ello no demerita en absoluto el valor de su declaración, sobre todo tomando en cuenta que Socorro se encuentra prácticamente sola en el esfuerzo por convencer a sus correligionarios acerca de la necesidad de aplicar una “vuelta de tuerca” a la relación que sostiene con el gobernador.

Lo que en un principio fue una situación derivada de la alianza que estableció el PRD en 2010 –cuando decidió incorporarse al bloque denominado Compromiso por Puebla––, dos años después se convirtió en una postura inadmisible una vez que se pusieron de relieve los excesos autoritarios de RMV, mismos que salieron a relucir principalmente con la aprobación de la llamada “ley bala” y la intensa persecución contra todos aquellos líderes sociales que se resistían a sus proyectos.

En ese contexto ya no se justificaba la alianza con el ejecutivo poblano:  era evidente que el PRD tenía la obligación –como se dice popularmente—de “pintar su raya”.

Lamentablemente la fuerza hegemónica del partido, Nueva Izquierda (encabezada por el actuar senador Luis Miguel Barbosa) decidió unilateralmente continuar apoyando a RMV, sin reparar en las consecuencias que ello podría traer consigo.

Hoy los resultados de esta política están a la vista:  un partido totalmente desmembrado, despojado de ideales y de programa, que se limita a actuar a la sombra de las decisiones del gobernador, y que cada vez más pierde buena parte del electorado que otrora lo respaldó.

Socorro Quezada es una de las pocas voces (aparte de la senadora Roxana Porquillo) que “clama en el desierto”, planteando la necesidad de que su partido retome el sendero marcado por su ideario y plataforma programática, que no corresponden precisamente al de una organización sometida a los caprichos del poder, sino, por el contrario, a una organización que busca transformar el poder en un sentido que favorezca a las clase subalternas.

Cierto: la actual presidenta del PRD en Puebla no cuenta con la fuerza suficiente para emprender ese proyecto, por lo cual no pocas veces da la impresión de enfrentarse contra Molinos de Viento, cuestión que suele convertirla en blanco de burlas por parte de no pocos comentaristas y analistas de la vida política poblana.

En ese sentido, tal vez Socorro Quezada no esté en condiciones de limpiar los “Establos de Augias” del partido del sol azteca en Puebla,  empero, de lo que sí estoy convencido es que puede convertirse en una representante inequívoca de la “regeneración política moral” que le urge al PRD, cuestión que tarde o temprano habrá de traerle todo un cúmulo de beneficios a esta organización.

Mientras tanto, ¡felicidades a Socorro por su valor civil!

 

POB/BDH