La semana pasada les escribí sobre lo normal que es cosificarnos a las mujeres, esta semana, solo puntualizo como una cosa lleva a la otra.

Recordé otro incidente en la red, insisto, estos son solo los que recuerdo en el lapso de una semana.

Un amigo me etiquetó en una publicación, de por sí me fascina que me etiqueten junto con otras 915 personas, pero bueno, la publicación me pareció buena así que como pocas veces hago cuando me etiquetan así, comenté al respecto de la imagen, el comentario fue inmediatamente respondido por un sujeto que se esconde atrás de un nombre falso, diría que de una foto falsa, pero ni eso, porque pone la foto de algo y no de alguien.

En fin, el sujeto en cuestión, comenzó a agredirme, así que como pocas veces, hice caso a un tweet de @Pilar_H y pensé que tal vez el pobre pasa por un mal momento, o está inconforme con su vida y agredirme es el reflejo de su frustración, respiré profundo como dicen mis amigas Mili y Mon y me puse a hacer cosas más útiles que contestarle a alguien que ni cara tiene.

De cualquier modo, no quita el hecho de que me agredió y además de la nada, así que recordé las palabras de Catalina Ruiz Navarro en su columna Queridos Trolls:

Recibo insultos que tienen que ver conmigo y con mi vida privada antes que con los argumentos de mis columnas. En los foros de mi columna en El Espectador hay un largo debate sobre si soy “fea” o “bonita”, también sobre si soy “promiscua” o “frígida”, y con cierta ubicuidad me dicen “puta”.

Ninguno de estos apelativos es un insulto en sí mismo, puta es un oficio, y en mi caso, una imprecisión, pero la razón por la que esa palabra se convierte en un insulto es porque se siente y se reconoce la rabia y el odio con que la escriben. Luego vienen los insultos sobre mi estupidez, y mi “falta de preparación”… A mi mamá la han buscado varias veces en redes para preguntarle “¿por qué no me abortó?”.

Me parece que muchas de las que nos atrevemos a expresar lo que pensamos, ya sea a través de Facebook, Twitter, blogs, columnas o señales de humo, nos topamos con la carencia argumentativa de quienes no piensan como nosotras y en su más típica expresión recurren  la descalificación, normalmente cuando es a través de los medios electrónicos, ni siquiera se atreven a dar la cara, y no me extraña, me daría vergüenza enseñar mi rostro con ese tipo de “argumentos”.

Lo preocupante de fondo es que ya se nos hace normal, el amigo que me etiquetó, por ejemplo, supongo que apelando a la “libertad de expresión” y no al sano debate con argumentos, dejó el comentario soez en mi agravio, obviamente no le pedí que lo quitara, por una razón simple y sencilla, era mi pequeño experimento, en donde la violencia contra la mujer ha sido tan normalizada que cualquiera puede decirnos lo que sea desde el anonimato, y todo el mundo lo ve normal, “igual y esa vieja merece que le escriban eso”.

Ahora que lo recuerdo, algún pseudopereiodista de mi región copió una “declaración” de un troll y lo pegó en un portal dándole calidad de “nota”, digo, entiendo que el morbo vende, pero que un pseudomedio publique cualquier cosa atacando a cualquier mujer con tal de vender, no sólo tiene que ver con su falta de ética, sino con lo normal que nos parece tratar a las mujeres como cosas.

Por no hablar de todas las fotos que han subido de diversas candidatas de distintos partidos, mismas que ellas han enviado en su ámbito privado, y que algún ser al que no puedo llamar persona apoyado por otros individuos de su calaña han circulado por la red precisamente cosificándolas.

Efectivamente, es una muestra más donde a las mujeres se nos separa de nuestros pensamientos y sentimientos. Lo hacemos porque en esta sociedad, es de los más común violentar a las mujeres de esta forma, tan común, que ahí andan mandando las fotos a todo el mundo sin miramientos y en lugar de que reflexionen y piensen que esa foto que están enviando es de una persona y no de una cosa, todavía se dan el lujo de decirle puta, errando en la profesión.

Esta normalización de la violencia contra las mujeres “porque nosotras lo merecemos” se traslada a todos los ámbitos, por ejemplo: “Está bien que le eche el perro el jefe, para qué se pone esas faldas”, “Está bien que traigan su foto en el cel todos, total para que es puta y se la manda al novio”, “Está bien que le pegue el marido, porque la neta es bien huevona”, “Está bien que la hayan violado, para que camina sola en la noche”, “Está bien que la mataran, para que le pone el cuerno al novio”.

El problema es que nosotras muchas veces terminamos creyendo esos “argumentos” que justifican la violencia en nuestro agravio, entonces si nos insultan, si nos “echan el perro”, si nos violan, si nos difaman, si nos exhiben y si nos matan, obviamente es nuestra culpa, por caminar de noche, por no tener la cena lista, por ir de falda, por pensar, por expresar nuestras ideas y por todas las causas que ustedes le quieran agregar, que por cierto al final del día no son razones, sino justificaciones para normalizar la violencia de la que todos los días somos víctimas y de la que además también nos echan la culpa “por dejadas”.

Tenemos que reeducarnos, tenemos que dejar de justificar la violencia como sociedad, la violencia contra las mujeres nunca es justificable, no hay argumento válido para permitirla y mucho menos para solaparla y fomentarla.

Hoy nos cosifican, mañana nos insultan o difaman, pasado mañana un golpe, después al hospital, y después no volvemos a ver el sol brillar.

 

POB/BDH