El jueves pasado, la Dirección de Difusión Cultural de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP) rindió un homenaje a  Umberto Eco, quien, como es del conocimiento público, falleció el viernes 19 de este mes.  En dicho evento participaron el doctor Víctor Bacre Parra, ex vicerrector de cultura de nuestra máxima casa de estudios y columnista de Milenio, el maestro Sergio Cerdio Roussel, profesor del  Colegio de Letras de la BUAP, y quien esto escribe.

Aparte de comentar las inmensas aportaciones de Eco a la semiótica, a la lingüística, y a otros territorios de las humanidades (desde luego, a la novela), hicimos alusión a su labor periodística, en la que también se desempeñó con gran lucidez.

Colaboró, sobre todo, en diarios como La Repubblica y L’ Espresso. En más de una ocasión señaló que escribir en los periódicos era una forma de hacer política. El intelectual –aseguraba– hace política con su discurso, aunque no sea éste el único medio para efectuarla. A través del periódico apuesta a incidir en la esfera pública en lo cotidiano, y a hablar cuando siente el deber moral de hacerlo.  Sin embargo, Umberto Eco no limitó su compromiso político a sus artículos periodísticos. El 8 octubre de 2014 –por ejemplo– se unió a un grupo de mexicanos que exigían en la Piazza Cardusio, en Milán, Italia, la presentación con vida de los 43 normalistas de Ayotzinapa desaparecidos (Vid Luis Hernández Navarro, “Umberto Eco y el periodismo”, en La Jornada, 23 de febrero de 2016).

Lamentablemente la labor periodística de Eco no es muy conocida. Empero, “rastreando” por Internet, logramos dar con algunos de sus artículos. Nos fue de gran ayuda, asimismo, el libro A  Paso de Cangrejo (Debate, Random House Mondadori, 2007), en el que se recogen algunos de sus más brillantes trabajos en  dicho campo.  Es el caso, por ejemplo, del ensayo “sobre la dictadura mediática” ( L’ espresso, julio de 2003), en el que Eco disecciona el comportamiento de los medios de comunicación durante la era de Silvio Berlusconi. Ahí observa :  “El fascismo abolía la libertad de prensa, en cambio el régimen mediático de Berlusconi sabe que se gestiona el consenso controlando los medios de información de mayor difusión” (…)  La diferencia entre un régimen “a lo fascista” y un régimen mediático es que en un régimen a lo fascista la gente sabía que la prensa y la radio solo daban la información gubernamental, y que no se podía escuchar Radio Londres so pena de prisión(…) En un régimen mediático, en el que supongamos que un 10 por ciento de la población tiene acceso a la prensa crítica y el resto recibe las noticias a través de una televisión controlada, por un lado se tiene la convicción de que la crítica es aceptada (“hay periódicos que hablan contra el gobierno, la prueba es que Berlusconni siempre se queja de ello, por lo tanto hay libertad”), y por otro lado, la sensación de realidad que produce la noticia televisiva (si me informan de que ha caído un avión es cierto, tan cierto como que veo flotar los zapatos de los muertos) hace que se sepa y se crea todo lo que dice la televisión(…)  Una televisión controlada por el poder no tiene por qué censurar necesariamente las noticias” (…)Si se discute sobre una determinada ley, se enuncia e inmediatamente después se da la palabra a la oposición, con todas sus argumentaciones. Luego siguen los defensores del gobierno que ponen objeciones a las objeciones. El resultado persuasivo es obvio: tiene razón el último que habla”.

Tales reflexiones me vinieron a la mente al ver en uno de los canales de Puebla la comparecencia del Secretario de Finanzas de Puebla, en la que aseguró  que los Proyectos de Prestación de Servicios (PPS) no “implican ningún peligro para la salud económica” de nuestra estado.  Vinieron a continuación las objeciones de algunos diputados de la oposición, pero, como era de esperar, el cierre de la nota estuvo a cargo del funcionario de referencia. Así las cosas, como escribe Eco, “el resultado es obvio: el último que habla es el que tiene la razón”.

Otro material fascinante que encontré fue un ensayo acerca de un capítulo en la vida de Marco Tulio Cicerón, que tiene que ver acerca de cómo se realizaban los procesos electorales en Roma, situación que también me retrotrajo a lo que sucede Puebla, sobre todo en la actual coyuntura. En el año 64 a. C., Marco tulio Cicerón, ya célebre orador y sin embargo “hombre nuevo”, que no pertenecía  a la nobleza, decide presentar su candidatura al consulado. Su hermano Quinto Tulio escribe para su uso y consumo un breve manual, en el que le da consejos para triunfar en su empresa.    Las recomendaciones de Quinto a su hermano son muy parecidas a las prácticas que predominan entre los políticos poblanos de nuestros días. “Quinto –escribe Eco- no piensa nunca en un político que se dirija a su electorado con un proyecto audaz, haciendo frente incluso a la desaprobación, con la esperanza de convencer a sus electores con la fuerza cautivadora de una   utopía.  En estas páginas no aparece ni la más mínima discusión ideológica; es más, lo que se repite constantemente es la recomendación de no comprometerse en los problemas políticos a fin de no crearse enemigos (¿nos nos recuerdo esto el discurso de Blanca Alcalá, y de no pocos líderes priistas y panistas?).


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El candidato soñado por Quinto –continúa Eco–solo debe ‘parecer’ fascinante (¿no nos recuerda esto el discurso de Tony Gali?),  haciendo favores, prometiendo otros, no diciendo nunca que no a nadie, porque basta con dejar que se piense que una cosa se hará; la memoria de los electores es corta y más tarde se habrán olvidado de las antiguas promesas”.
 “La campaña electoralagrega–  se describe como un espectáculo de pura forma, en el que no importa cómo es el candidato sino cómo lo ven los demás. Como dice Quinto, aunque las dotes naturales tengan su peso, lo importante es hacer que la simulación pueda vencer a la naturaleza” (…)”Por otra parte, la adulación es detestable cuando hace a alguien peor, pero…es indispensable para un candidato cuya postura, cuyo rostro, cuya forma de expresarse, tienen que cambiar a cada momento para adaptarse a los pensamientos y a los deseos de cualquier persona que encuentre”. Naturalmente, hay que hacer <<que toda la campaña electoral sea solemne, espléndida, y a la vez popular…En la medida en que te sea posible, haz que contra tus adversarios surja alguna sospecha…de perversión, de corrupción o de despilfarro>>. En definitiva, hermosas recomendaciones todas ellas que parecen haber sido escritas hoy e inmediatamente se piensa en para quién, o bien el lector lee Quinto pero piensa en Silvio(…) Al acabar la lectura nos preguntamos:  ¿realmente es solo esto la democracia: una forma de conquistar el favor público, que ha de basarse tan solo en una organización de la apariencia y una estrategia del engaño?”.

Como puede verse, pareciera que nos encontramos en Puebla, donde da la impresión de que la política se ha convertido en el reino de la apariencia y del engaño.

 

POB/IIAL