El escritor británico Robert Graves publicó Los mitos griegos en 1955. Gracias a su texto –polémico y severamente criticado por muchos especialistas–, la mitología griega ha alcanzado al gran público lector. Graves renovó relatos que vienen desde la Teogonía de Hesíodo, obra del siglo VII antes de Cristo (a.C.).

Los mitos griegos, para la sociedad contemporánea, han venido a probar una máxima: la sexualidad humana y aspectos de la vida relacionados a ésta, encuentran ecos en las historias del Olimpo. Nociones como patriarcado y comportamientos como la represión sexual de la mujer están presentes en la mitología.

Juan Eslava, escritor español y autor de Amor y sexo en la Antigua Grecia, explica que el conflicto y la sexualidad son aspectos centrales del imaginario griego:

Desde los tiempos de Homero y Hesíodo, los mitos griegos crecieron hasta formar un intrincado culebrón en el que los enredos de cama predominan sobre el resto de las humanísimas pasiones de dioses y héroes”.

Zeus, el dios todopoderoso, es el arquetipo del patriarca. Él controlaba a los demás dioses y podía tener hijos con quienes quisiera. Si una de sus amantes –como Metis– amenazaba su poder, él le infligía un castigo severo o la conducía a la muerte. A Metis la devoró para evitar que diera a luz a un niño que le quitaría el trono.

Los romanos sucedieron a los griegos con su visión paternalista del mundo. Ellos prohibían el desenfreno sexual de las mujeres. Las vestales, sacerdotisas romanas que en los inicios participaban en orgías, después fueron forzadas a conservar su virginidad.

Sobre el dominio masculino en los mitos, la escritora Francisca Martín-Cano ha comentado:


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La violencia sexual en aquellas culturas no surgió como desenfreno instintivo, sino para hacer que la mujer se viera inferior”.

Algunos comportamientos sexuales también se encuentran por primera vez en la antigüedad mitológica. La princesa Pasífae practicó la zoofilia con un toro y el cazador Acteón disfrutaba del voyeurismo.

POB/PSPL