“Una jornada que formó parte de un proceso en donde hubo una grotesca y descarada intromisión del gobierno del estado que encabeza Rafael Moreno Valle. Pasará a la historia esta elección como la más sucia de la que se tenga memoria“.
Así se refirió Blanca Alcalá al proceso electoral que concluyó el 5 de junio de este 2016.
En la campaña, la señora Alcalá se quejó de la “guerra sucia”, de las “agresiones” de que fue víctima, del espionaje, de la utilización de los medios, del bloqueo a su “campaña”, de la utilización de la estructura de gobierno en su contra.
Bueno, calificó al proceso como “una elección de estado”.
Pero nuca se atrevió a mencionar, durante los dos meses de campaña, el nombre de Rafael Moreno Valle, el Gobernador de Puebla. Lo hizo, solo una vez que se cerró el proceso y que finalizó el pacto, acuerdo o negociación.
Como pretendiendo dar a entender que la derrota no fue de ella. Respetó, obedeció, cumplió al pie de la letra las instrucciones.
Ahora, el CDE del PRI Puebla niega las versiones y filtraciones que refirieron durante los dos meses, el “pacto” que se suscribió en la punta de la pirámide. La ocurrencia del PRI, de negar el “pacto”, cuando ya nadie habla o escribe de él, es revivir la hoguera, es actualizar su sumisión.
Era difícil encontrar un símil, por su forma de actuar, de la organización y estrategia de la campaña de Blanca Alcalá. Ahora lo tengo. Blanca Alcalá encabezó una campaña parecida al desempeño del equipo de México que perdió ante su similar de Chile.
No más. No menos. Desorden, cambios continuos de estrategia, mal desempeño, errores tácticos, rendimiento de los actores disparejo y unos hicieron como que jugaron pero solo fingieron. El peor papel de la historia.
Y sus asesores jugaron el mismo papel que el entrenador colombiano de la selección mexicana de fútbol. No más. No menos.
O: ¿por qué hasta que finalizó el proceso se atrevió a señalar por su nombre a Rafael Moreno Valle?.
Hubo acuerdos, sin duda.
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