La compra-venta de servicios sexuales en el centro de la ciudad de Puebla ha regresado a ser noticia. Algunos medios de comunicación han señalado los sitios, calles y rumbos del ejercicio de la añeja actividad convertida desde siempre en mercancía.
Lo real es que la actividad se ejerce en la zona marcada por el cuadrado de la 4-18 Oriente-Poniente y la 11a la 6 Norte, límites que no impiden su ejercicio en otros lugares.
Y retorna también la polémica sobre encerrar o limitar el ejercicio de la prostitución a una zona predeterminada por la autoridad municipal, para lograr su reglamentación en beneficio de las prostitutas y de sus eventuales clientes.
Como no recordar la 90 Poniente o el Barrio de San Antonio, sitios en los cuales se ubicaban las mujeres que ejercían su actividad cumpliendo con las exigencias que el ayuntamiento de Puebla les exigía allá por los mediados del siglo anterior.
De no reglamentar la prostitución, seguirán existiendo en Puebla los abusos, enfermedades, mafias y grupos de padrotes y malvivientes, corrupción y todos los males e irregularidades que el comercio sexual trae consigo.
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