Coincido totalmente con Luis Enrique Sánchez Fernández cuando escribe que si algo mostró el proceso electoral en el Estado de México es “el grado de descomposición de la llamada democracia mexicana y la necesidad urgente de replantear, de fondo, las estructuras legales y formales para dar legitimidad a los procesos electorales” (Vid. Poblanerías, 7 de junio de 2017).
Los observadores internacionales que acudieron al proceso electoral en el Estado de México no salían de su asombro, declarando que se trató de “la coacción más grande de la historia de México”, ya que constataron el enorme despliegue de recursos a que se recurrió para favorecer al candidato del PRI. Christy Thornton, académica de las universidades de Harvard y Rowan, fue una de las observadoras que mayor información aportó al respecto.
Aparte –como menciona el director de Poblanerías– de “recursos económicos desmedidos, uso de mentiras y doble lenguaje, pulverización del voto competitivo, omisión de la institución electoral”, destacó el fortalecimiento del “logrolling”, vocablo que designa la “compra de favores” (En la Nuttal Encyclopedia, se señala al logrolling como «mutual praise by authors of each other’s work). Si bien la compra de votos ha sido una constante en las últimas elecciones, en el proceso electoral del Estado de México llegó a extremos inconcebibles, lo cual no es de ningún modo casual tomando en cuenta los recursos que destinó el gobierno federal.
Sin embargo, con todo y las atrocidades perpetradas para beneficiar al candidato oficialista, la ventaja de éste fue realmente raquítica: no llegó siquiera al tres por ciento por encima de la candidata de Morena. En el 2011, cuando Erubiel Ávila le ganó al perredista Alejandro Encinas la gubernatura, lo hizo por 1 millón 997 mil 731 votos. En este proceso Del Mazo apenas obtuvo 168 mil 385 sufragios más que Delfina Gómez. Tal como observa Reporte Indigo, “Delfina Gómez tuvo el mejor resultado que ningún partido de izquierda había tenido nunca en una elección a gobernador en el Estado de México…Con un porcentaje de votación que supera los 30 puntos porcentuales, la candidata de Morena logró acercarse al PRI de una forma que nadie lo había hecho…Y no gana solo Delfina Gómez. El triunfo por el avance demoledor de la izquierda en la entidad mexiquense pertenece, más que a nadie, a Andrés Manuel López Obrador” (Vid. Reporte Indigo, 7 de junio de 2017).
En ese sentido, parafraseando la célebre canción de José Alfredo Jiménez, AMLO podría decirle al PRI, que “al perder te voy ganando”.
No hay que olvidar que Morena no tiene más de tres años de existencia, lapso realmente insignificante durante el cual logró posicionarse no sólo como una organización política, sino –y esto es fundamental– como una organización netamente opositora. ¿Cuánto tiempo no le llevó al PAN convertirse en una alternativa de poder? Por lo menos 70 años. El extinto Partido Comunista Mexicano nunca logró cristalizar tal objetivo.
Para finalizar : no pocos observadores y comentaristas señalan que el triunfo del PRI en el Estado de México prefigura lo que sucederá en los comicios del 2018. Se equivocan de palmo a palmo. Tal como observa el columnista Carlos Ramírez, “Las elecciones mexiquenses no han determinado las presidenciales: en 1987 el PRI ganó el Estado de México con el 73 % y en 1988 el PRI apenas sacó 50.3 %; en 1993 tuvo 62.3 % local y el PRI bajó a 48.7 %; en 1999 el PRI acumuló 42.4 % y perdió la presidencia; en el 2005 Peña Nieto subió a 47.5 % los votos mexiquenses y el PRI cayó a tercer sitio en las presidenciales con 25 %; en el 2011 el PRI ascendió a 65 % de votos locales y Peña en la presidencia apenas llegó a 38 %” (Vid. Indicador Político, 6 de junio de 2017). De ahí que el saldo mexiquense del domingo carece de datos duros para suponer que el PRI tiene la presidencial en la bolsa.
Ahora, más que nunca, se torna fundamental que la militancia de Morena se prepare para defender el triunfo en el 2018, lo cual seguramente sucederá.
POB/FOL