¿De qué manera a través de la muerte podemos aprender de la vida, conocer otras generaciones, formas de vida y lugares del pasado? Resolver esas inquietudes es uno de los objetivos más perseguidos desde el punto de vista antropológico, consideró en entrevista el arqueólogo Arnulfo Allende Carrera, quien ha participado en los trabajos de excavación y análisis de los restos de la osamenta más antigua encontrada en el Centro Histórico de Puebla, en lo que se conoce como la Casa del Mendrugo.

El arqueólogo del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) dictó una charla en la que recordó que fue en 2010 cuando se inició la rehabilitación de la Casa del Mendrugo por iniciativa del propietario, Ramón Lozano Torres.

Un año después, en 2011, una serie de excavaciones en el patio central de este inmueble histórico, construido en el siglo XVI, permitió el hallazgo de vestigios que han permitido reescribir y estudiar desde otra perspectiva la historia de la fundación de Puebla.

Allende Carrera indicó que en esta casona fueron hallados fragmentos de cerámica y loza, piezas de mayólica —talavera poblana—, así como fragmentos de loza de barro con diseños españoles y técnica indígena de los siglos XIX y XX que se cree fueron utilizados por los antiguos habitantes de la casa.

Las excavaciones avanzaron y el arqueólogo Arnulfo Allende, junto con su equipo, encontró fragmentos de cerámica de barro de manufactura indígena que por su diseño y características no pertenecían al periodo colonial sino a épocas previas.

Por la importancia del hallazgo se integró un grupo conformado por aproximadamente 20 investigadores, entre ellos el bioarqueólogo de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) Oswaldo Camarillo Sánchez, convocado por el arqueólogo Arnulfo Allende.

Las nuevas exploraciones dejaron al descubierto objetos dentro de los restos de una olla de barro que correspondían a una ofrenda. En su interior había figurillas antropomorfas de piedra verde con estilo olmeca, espejos de magnetita, pectorales de piedra verde, objetos de concha marina y herramientas de piedra para generar fuego.

Una gran ofrenda

En entrevista para la Agencia Informativa Conacyt, el arqueólogo Allende Carrera refirió que dentro de la olla de barro se hallaron 74 objetos y un total de 180 piezas en todo el contexto del lugar. Entre las figuras, dijo, destacan formas humanas que simbolizan fertilidad y que pueden ser estilísticamente asociadas a la cultura olmeca, sin que esto signifique que se trate de asentamientos de olmecas en Puebla.

Se trata de figuras antropomorfas influenciadas por la cultura olmeca, aunque se trata de una asociación y no de olmecas asentados en esta zona. En cuanto a los otros objetos, también encontramos magnetita, propia del sur de Oaxaca

En cuanto a la cerámica, indicó que las vasijas encontradas se ubican en el preclásico por el estilo sobrio, tanto en formas como en acabados de superficie, pero además destacó que los colores que tienen, rojo sobre crema, son propios de la etapa 1 de Cholula.

Además de los objetos y la olla, también fueron descubiertas osamentas que incrementaron más el interés por conocer parte de la historia de estos hallazgos. El análisis se realizó en Puebla, indicó el investigador del INAH, dentro del propio inmueble, mientras que otras muestras, sobre todo las que correspondían a las osamentas, fueron analizadas en el Centro Universitario de Vinculación de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP).

Tras los estudios químicos y pruebas de laboratorio se determinó que correspondían a la época preclásica (1500-1200 a. C.), con una antigüedad aproximada de tres mil 500 años, lo que representó el primer vestigio de restos humanos con esa antigüedad encontrado en el Centro Histórico de Puebla.

Los exámenes de ADN de piezas molares también dejaron al descubierto que la osamenta más completa correspondía a un individuo de sexo femenino, con una edad aproximada de 50 años, mientras que la otra se trataba de un masculino.

Conforme avanzaba la investigación, el arqueólogo Allende Carrera confiesa que decidieron llamar a los restos femeninos Jesusa o Chuchita, como se le conoce comúnmente, ya que la Casa del Mendrugo fue habitada por muchos años por la orden de los Jesuitas, quienes se instalaron en el inmueble en el siglo XVII.

Otras pruebas y análisis forenses arrojaron que Chuchita padecía una osteoartritis avanzada, una lesión severa en el brazo izquierdo que le originó una flexión permanente, derivada de una infección en la articulación del codo, además de dos lesiones en las costillas del lado izquierdo que por no ser atendidas provocaron que tres costillas soldaran encimadas, lo que impidió que caminara erguida durante al menos una tercera parte de su vida. También se encontró que el cráneo presentaba un golpe muy fuerte, recibido aún en vida.

En el área por donde estarían sus pies se encuentra una olla con figurillas femeninas, representaciones típicas del periodo formativo y que exaltan la fertilidad, además tiene asociados objetos líticos, un raspador hecho de obsidiana gris y negra, propia de los yacimientos de la Sierra Norte de Puebla.

Allende Carrera indicó que estos hallazgos significan la existencia de al menos dos generaciones como mínimo de comunidades asentadas en este periodo preclásico en el valle de Puebla.

 

 

 

 


POB/LFJ